Comunales | Enrique Ferrari

Enrique Ferrari

A Enrique Ferrari se lo conoce por su seudónimo de barrio, Kike (así escrito, con k). Nació en esta ciudad de Buenos Aires el 14 de julio de 1972 y destaca en el ambiente de las novelas y cuentos policiales. Para romper con los estereotipos literarios, se gana la vida trabajando en la limpieza del subte. Cada noche en la estación Pasteur de la línea B, Ferrari cumple su jornada. Buenos Aires, 2 de febrero de 2016. Ferrari fue parte de la redacción del fanzine literario Juguetes Rabiosos y actualmente es miembro del comité de redacción de la revista La Granada. Como colaborador, participa de las revistas Sudestada, Marea Popular (Argentina), Casa de las Américas (Cuba), Visión y Fiat Lux (España) y los portales Sigueleyendo (España), Hermano Cerdo (México), Cosecha Roja y Notas (Argentina). Escribe también con regularidad para la revista de los Metrodelegados, el sindicato de los trabajadores del subterráneo de Buenos Aires, del que es delegado de base.

Entre sus obras, se encuentran “Operación Bukowski” (Mondragón, Buenos Aires, 2004), “Lo que no fue” (Casa de las Américas, La Habana, 2009), “Que de lejos parecen moscas” (Amargord, Madrid, 2011 / Moisson Rouge, París, 2012 / Punto de Encuentro, Buenos Aires, 2014 / UNAM, Toluca, 2014), “Punto ciego” -en coautoría con Juan Mattio- (Vestales, Buenos Aires, 2015), “Y es probable que no quede ninguno” -con el heterónimo de Hank McPherrar- (Fan, Buenos Aires, 2015)

Sus trabajos han sido premiados en varias ocasiones y diversos lugares. Ferrari obtuvo el 3er lugar en el premio de fomento a la actividad literaria del Fondo Nacional de las Artes (Argentina) por "Entonces sólo la noche", en 2008. También fue primera mención en el premio Casa de las Américas (Cuba) por "Lo que no fue", en 2009. En 2010 fue ganador del Concurso de relatos policíacos de la Semana Negra de Gijón (España) por “Ese nombre” (incluido en “Nadie es inocente”), 2010. Desde entonces varias veces su obra fue reconocida en el principal encuentro de literatura policial español.

Este autor de novelas y cuentos policiales editados localmente y en el exterior, se desempeña como personal de maestranza de la estación Pasteur. Muchas veces se ha acusado a los escritores de habitar la así llamada "torre de cristal". Pronto esa imagen se transformó hacia aquella en la que el trabajador intelectual -el escritor- ejercía su derecho a abandonar aquella torre y sumergirse en la sociedad al natural como quien se introduce en un mundo ajeno, pero con el que se identifica. Más escasos son las experiencias de escritores surgidos desde el mundo mismo del trabajador manual -y que triunfan como literatos-. Pero que los hay, los hay.

Tal es el caso del novelista y cuentista argentino Kike Ferrari. El diario Infobae habló con él. Un hombre cuyas obras han sido publicadas en la Argentina, Francia, México, Italia y España y que ha ganado varios premios internacionales en el género al que se dedica: el género negro. Ganó el premio Casa de las Américas de Cuba y el Silveiro Cañada del festival literario Semana Negra de Gijón por su primera novela "Que de lejos parecen moscas", que le dio notoriedad entre los escritores latinoamericanos leídos en la península ibérica. Sin embargo, en su cotidianidad porteña, Ferrari escribe por las mañanas y por las tardes y no por una cuestión de métodos, sino porque luego debe ingresar a su trabajo como personal de maestranza de Metrovías. Es decir: como trabajador de limpieza del subte. Un pasaje diario que lo lleva al ejercicio de las letras al oficio nocturno del balde con lavandina y la escoba para mantener limpios las estaciones de los subterráneos.

Una combinación de oficios que puede lograr escenas de elevada composición paradojal. "Hace poco me escribieron de una cátedra de estudios sobre literatura latinoamericana en la universidad de Georgia, en los Estados Unidos, con un pequeño cuestionario sobre mis textos, que respondí -cuenta Ferrari a Infobae-. Terminé de escribir el mail a las ocho de la noche y a las once estaba con el uniforme puesto en la estación Pasteur. Fue extraño. En el lapso de tres horas había pasado de responder un cuestionario académico de una universidad estadounidense a limpiar la suciedad de un linyera en un rincón del hall". Una imagen que bien podría formar parte de los cuentos o novelas que Ferrari escribe ya que, como se señaló, su género es el policial negro, un espacio de la literatura que ahonda en los lugares oscuros de la sociedad y que apela a un realismo sucio, despiadado. Ese clima trasunta en la literatura de Ferrari y bien se puede observar en su último libro de cuentos, "Nadie es inocente", que acaba de publicar la editorial Revólver en el país. Historias con criminales, perseguidos, policías corruptos, mafiosos y asesinos, víctimas que también son victimarios. Un clima espeso en cada relato de una ficción que golpea.

Sin embargo, el contexto de su obra parece muy alejado del real. Por caso, la entrevista con Infobae se realiza en su departamento del barrio de Once, un tres ambientes en el que mates de por medio se da la conversación acompañada por los gritos y correrías de sus tres pequeños hijos, uno nacido hace pocos meses, el del medio que corre desnudo por los cuartos, la más grande de cinco años que le pide indicaciones acerca de si "hacer" se escribe con "h" o así nomás.

—Se podría pensar que quien escribe sus cuentos es un Phillipe Marlowe cualquiera con una botella de whisky en mano, pero a primera vista su vida parece bastante familiar.
—Claro, como si tuviera tiempo para eso... En realidad, yo creo que la literatura es una experiencia vital tan fuerte como otras. Hay una cosa que tiene que ver con lo que uno mira alrededor, a nuestra propia circunstancia. Yo tengo una vida feliz, pero en el sentido de todo lo que uno puede ser feliz en una sociedad tan injusta. Pero soy feliz. Tengo una hermosa esposa, tengo a mis hijos a los que veo todos los días crecer, tengo amigos. Soy una persona feliz en la medida de lo posible. Pero vivimos en un mundo de mierda y a eso no hay forma de escaparle. El género negro va en búsqueda de las zonas más oscuras, más brutales del capitalismo. Y eso nos permite contar historias. Historias que por un lado permiten entretener y por otro lado decir cosas que uno tiene ganas de decir sobre este sistema.

En unos momentos más Ferrari se pegará un baño, se despedirá de sus hijos y de su esposa, tomará el bolso y partirá hacia la estación Pasteur, donde se pondrá el uniforme de limpieza para luego baldear y barrer los andenes de la estación. Suena coherente: un escritor del género negro en un horario nocturno en un oficio proletario en un ambiente subterráneo. Aunque no deja de sorprender, claro.


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