Porteñas | Reforma del Código Urbanístico

De las promesas a los hechos

El primo de Macri hizo campaña prometiendo la reforma del Código Urbanístico que había impulsado su antecesor Larreta, para proteger la identidad de los barrios de casas bajas. La promesa quedó en el olvido a la hora de hacer los cambios, disimulada en fórmulas retóricas. Tampoco aborda cuestiones cruciales, como la crisis habitacional, la falta de espacios verdes o la necesaria adecuación urbana frente al cambio climático en curso. Buenos Aires, 8 de octubre de 2024. El jueves 26 de septiembre se terminó aprobando en primera lectura el Proyecto de Ley N° 2120-J-2024 de “Actualización o Ajuste” del Código Urbanístico. La iniciativa del Ejecutivo obtuvo 32 votos a favor (PRO, UCR-Evolución, Socialismo, Confianza Pública, Libertarios de Marra), 6 en contra (FIT y libertarios que responden Karina Milei) y 19 abstenciones (Legisladores del PRO que responden a Patricia Bullrich y UxP).

Cuando Jorge Macri envió a la Legislatura su proyecto para modificar el CUR, afirmó: “Nos guía un objetivo muy claro: respetar la identidad de cada barrio. No vamos a permitir más que en las zonas residenciales se construyan edificios que no cuiden la esencia de cada manzana y vamos a promover desarrollos solo en avenidas con la infraestructura adecuada”, con la intención de contrastar con el descontrol que generó el Código de 2018 impulsado por su antecesor y compañero de partido, Horacio Rodríguez Larreta.

“Desde un principio fuimos muy críticos de cómo se encaró este proceso, porque debió hacerse con un mayor nivel de planificación, de actualización del Plan Urbano Ambiental. Con este proyecto recogen algunos de los reclamos, como recuperación del pulmón de manzana y algunas bajas de alturas en barrios en emergencia, pero no abordan uno de los problemas más graves: el de los usos en barrios saturados. Hay que abordarlos uno por uno”, sostuvo la legisladora Claudia Neira, de Unión por la Patria. Entre los barrios con situaciones más urgentes señala a Villa Devoto, Parque Chas, Chacarita y Palermo. A ellos se agregan, por otras razones, Constitución, Flores y Floresta.

El debate

Desde la presentación del proyecto de ley, dos meses atrás, la discusión parlamentaria giró en torno principalmente a cuatro aspectos:

1. La falta de participación ciudadana previa
2. Las facultades delegadas que pretendía el Poder Ejecutivo para otorgar excepciones inmobiliarias discrecionalmente y que no fueron aprobadas
3. La ampliación de la capacidad constructiva en los barrios de casas bajas, con el pretexto de la homogenización de las alturas, llamada “enrase”
4. La protección de los espacios verdes y de sus usos.

En cambio, no se debatió sobre la ausencia de soluciones a la crisis habitacional, el colapso de la infraestructura de servicios públicos, la necesidad de infraestructura verde, la planificación frente a la crisis climática y posibles pandemias, la actualización del Plan Urbano Ambiental, la necesidad de un Código Ambiental y del Modelo Territorial, el control de los daños generados por la construcción de edificios en obras linderas, la incompatibilidad de usos por saturación y otros temas conexos.

Sucede que, en una ciudad donde escasean los espacios públicos y verdes, en la que proliferan las torres vacías, pero alquilar un departamento es una odisea y comprarlo casi una misión imposible, Jorge Macri impulsó una modificación del Código Urbanístico (CUR) que no aborda ninguna de estas cuestiones. Sin contar con que casi la mitad de los habitantes de Buenos Aires son pobres e indigentes, entre otras cosas, por el costo de habitar en esta ciudad.

Lo que buscó el Gobierno

La reforma impulsada por el Gobierno porteño solo apunta a compensar a los desarrolladores que construyan en el sur de la ciudad, permitiéndoles edificar en avenidas del norte. Como “premio” por construir en esos barrios se les otorgarán permisos para edificar la misma cantidad de metros en zonas más atractivas para desarrollos inmobiliarios, sobre avenidas. Esto es, más torres -de hasta 90 metros- para el norte.  “Hay una gran disparidad entre el norte y el sur. El sur, que muchos consideran poco atractivo, representa una aspiración para quienes viajan tres horas para llegar a la Ciudad. Imaginar vivir en Parque Patricios, Barracas o Soldati es muy positivo”, había dicho el jefe de Gobierno, Jorge Macri, en la Expo real estate.

Entre los principales cambios figuran los ajustes en las alturas de las construcciones en los barrios para cuidar las zonas de baja densidad y la ampliación de los pulmones de manzana, que el anterior CUR habilitaba a ocupar casi por completo. Para esto, hay una serie de limitaciones que tendrán los desarrollos para la extensión de las edificaciones en la profundidad de cada lote. La nueva ley contempla además preservar el equilibrio en cada barrio, pero para ello autorizan a aumentar la densidad en las avenidas, a cambio de conservar la identidad hacia adentro de cada uno de los barrios de casas bajas.

Sin embargo, para Ana Bas, del colectivo Basta de Demoler, el nuevo CUR votado “insiste con el enrase: que se pueda construir hasta la altura máxima de una manzana, aunque esa edificación haya sido única, una excepción o un ilícito”. En los hechos, todo esto “permite consolidar las alturas sobre Libertador con el daño que ya producen, o avanzar sobre Cabildo que no tiene ese perfil, por ejemplo. Esto aumenta la carga sobre los servicios esenciales, tema del que no se agrega nada. No hay una planificación urbana que incluya protección ambiental, movilidad, servicios básicos, escuela, plaza. Sólo se habla de alturas y posibles metros a construir, incluso donde hay manifiesta saturación”, concluye Bas.

                                Santiago Pujol


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