Editorial |

Tácticas electorales

Buenos Aires, 12 de noviembre de 2012. Lanzado a la competencia presidencial del 2015, Mauricio Macri perfecciona su posicionamiento político. El espacio que tiene para crecer electoralmente, en las antípodas del gobierno nacional, lo obliga a sobreactuar un perfil de derecha que, a su vez, lo limita a la hora de construir grandes mayorías.

Oponerse en solitario a la nacionalización de YPF, vetar la reglamentación del aborto no punible, y negarse a subsidiar el trasporte público de pasajeros en la ciudad, son otros tantos pasos dados en dirección de mostrarse como diferente y además con capacidad de poner límites a las acciones políticas del gobierno nacional.

En el camino, poco importan los millones de mujeres y hombres de a pie que sufren y sufrirán las consecuencias de esas decisiones. Pero está por verse el impacto electoral de sus acciones. En todo caso, insistirá en victimizarse y responsabilizar a los kirchneristas por los resultados de sus acciones. Como acaba de hacer con las obras que no hizo su administración para evitar las recurrentes inundaciones en Belgrano.

El caso de YPF lo inscribe, como el de la negativa a adoptar los criterios fijados por la Corte Suprema en relación con el aborto no punible, en la misma línea que Menem en los noventa. No extraña que así coseche nostálgicos del riojano, la convertibilidad y los ajustes del FMI para acompañar su aventura presidencial. El maridaje entre católicos ultra conservadores y promotores del libre mercado no es nuevo y un gran empresario egresado del exclusivo Colegio Cardenal Newman no podía faltar a esa tradición.

Con el aborto, nuestra sociedad tiene un doble estándar. Por eso quizás no le afecte a la hora de los votos haber vetado la ley porteña. En cuanto al credo de la libre empresa, sólo tiene fanáticos en el mundo de los grandes grupos económicos y sus colaboradores. Cualquier regulación estatal les resulta poco menos que un ataque, aunque se trate de preservar intereses nacionales o de las grandes mayorías populares.

Pero la mayoría de los porteños valoró la recuperación soberana de un recurso estratégico como el petróleo. Macri se quedó entre los minoritarios defensores de Repsol, al lado de su amigo Rajoy, promotor del brutal ajuste recesivo español. Todo un dato para tener en cuenta si alguna vez Macri accediera a la primera magistratura.

Otra situación es la del trasporte público. El accidente de Once le sirvió de excusa perfecta para desdecirse del traspaso del subte acordado con el gobierno nacional. De paso, pretendió ponerle condiciones a Cristina Fernández, en un gesto más orientado a la tribuna propia que a generar algún resultado concreto.

Pero en unos meses se agota el plazo del traspaso ya formalizado como ley nacional. Si Macri entiende que no está obligado por esa norma, no opina lo mismo la Presidenta y obrará en consecuencia. El resultado será el fin de los subsidios nacionales al transporte de pasajeros en la ciudad de Buenos Aires.

Se trataba de un privilegio porteño cuya continuidad ningún legislador provincial quiso avalar. Su final es indiscutible. Máxime cuando Buenos Aires no carece de recursos. Pero eso requiere administrar los fondos disponibles de tal modo que se pueda atender la nueva exigencia. Macri no está dispuesto a hacerlo y ni siquiera lo prevé en el proyecto de presupuesto que ahora se discute en la Legislatura.

Así, cerca de cuatro millones de personas que se movilizan por la ciudad para trabajar cada día (un 40 por ciento de los cuales proviene de la provincia), verán bruscamente encarecido su transporte. ¿Cuántos votos le sumará eso a Macri?

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