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La ideología de Macri
Buenos Aires, 11 de febrero de 2013. Muchos analistas intentaron desde el inicio de su aparición en la escena política, describir, precisar, la ideología que expresaba Macri, en la que sus electores se veían expresados.
Para ello se recurrió muchas veces al concepto de cualunquismo. Lo de cualunquismo viene de L´uommo qualunque, revista italiana surgida hacia 1944 con la caída del fascismo, que postulaba la existencia de un "hombre común" (cualquiera), supuestamente ajeno a las estructuras políticas, personas a las que la dirigencia no alcanza a comprender ni a representar.
La prédica de los cualunquistas consistía en la exaltación del individuo retirado de lo público y consagrado a su familia y al trabajo; exaltaba el orden y la seguridad como valores centrales y consideraba a la política como la promoción de diferencias artificiales y su aprovechamiento para sostener la carrera de oportunistas y ventajeros.
Entre los fundadores del grupo estaba Giorgio Macri, abuelo de Mauricio y padre de Franco. Esto da consistencia a la genealogía ideológica.
Sin embargo, el cualunquismo de Argentina tiene sus propias raíces. Los memoriosos recuerdan que ya en los años 60 la Revista Gente postulaba la existencia de un supuesto "Nuevo Argentino" al que identificaba con las siglas NA al que no le interesaría la política, sino el dinero, el bienestar de su familia, el consumo, etc.
Otro que no se olvida es Bernardo Neustadt. Él fue quizás uno de los máximos exponentes de esa lógica. Suya fue la creación de ese personaje de ficción llamado "Doña Rosa" supuesta portadora de un "sentido común", generalizado e indiscutible, a la que Bernardo presuntamente se dirigía y que le servía para argumentar ante su audiencia las ventajas de las reformas neoliberales que preconizaba.
Si se recorre la página web del PRO, se verá que no hay ningún programa o propuesta programática. Sólo frases de sus dirigentes, como Montenegro, que aseguró hace poco que Mauricio Macri trasladará a todo el país el éxito de su política de seguridad en la Ciudad de Buenos Aires, en caso de ser elegido presidente en 2015. Seguridad porteña que, cuando las cosas salen mal, es responsabilidad del Gobierno nacional, claro.
Nada mejor que los actos para entender las ideas. Tomemos algunos pocos. El metrobús en la 9 de Julio, el vallado del Parque Centenario, el cierre de la Línea A del subte. Todas acciones decididas sin consultar ni considerar a los afectados. Como si la ciudad fuese una empresa y el Jefe de Gobierno, su gerente. El autoritarismo está implícito en la gestión empresaria. El propietario es el que decide y no tiene que consultar a nadie. Más aún, impone su voluntad por la fuerza, si es necesario. Para eso sirve la Metropolitana.
¿Cosecha aplausos esta forma de gobernar? Claro. Sobre todo entre quienes creen que el orden es consecuencia de una imposición de poder; que lo importante de una gestión es hacer obras; o que ser empresario y tener mucho dinero es una buena demostración de capacidades. Finalmente en una sociedad donde la dimensión más importante de la ciudadanía es la capacidad de consumir, la idea igualitaria y solidaria de incluir a todos no tiene muchos adeptos prácticos. Sólo importa lo que logra cada uno y si no lo alcanza, por algo será.
Sin embargo, en una sociedad de consumidores, de ciudadanos-clientes de las políticas públicas, además hay que convencer a los votantes de que la gestión es eficiente. Y de que el producto brinda algún beneficio. Pruebas difíciles que deberán atravesar las reformas de la 9 de Julio y el cambio en el subte A.
Lic. Gerardo Codina
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