Editorial | Desarticular el sistema de partidos políticos

Los cambios de la política

Obnubilados por su deseo de invalidar las grandes estructuras partidarias a la hora de definir una elección, gran parte de los legisladores nacionales sancionaron un cambio menor pero sustantivo en el mecanismo electoral argentino. Se impuso la idea de una boleta única en la que el votante deberá marcar a qué fuerza elige para cada categoría de representantes a seleccionar. Buenos Aires, 8 de octubre de 2024. Con este cambio, las corrientes políticas minoritarias se libran de organizar el ejército de fiscales requerido para supervisar los comicios, unos cien mil militantes en todo el país, dispuestos a una extensa jornada dominical de actividad política. Cierto es que, a medida que la política democrática perdió la mística que tuvo en su recuperación, porque se evidenció su dificultad para satisfacer las necesidades mínimas de las mayorías, se volvió más difícil motivar compromisos desinteresados y se tendió a rentar el trabajo de fiscalización.

Pero ese esfuerzo blindó con la participación ciudadana la seguridad de un proceso electoral que, aunque se multiplicaron denuncias de supuestos fraudes en los últimos años, nunca tuvo vicios de magnitud que alterasen la voluntad popular. Prueba de ello ha sido la alternancia política que posibilitó que asumiera la primera magistratura un hombre sin ninguna estructura detrás, y menos nacional.

En lo inmediato, la boleta única se utilizará en la elección del año próximo. Al no elegirse titulares del Poder Ejecutivo ni nacional ni provinciales (salvo en dos jurisdicciones), en esta votación de medio término se facilita la primacía de lo local frente a lo general. Es lo que muchos están viendo en nuestra ciudad. Por lo pronto, habrá dos formas de votar, aunque las elecciones se hagan el mismo día: la boleta única en papel y la boleta única electrónica que seleccionó el distrito para sus votaciones.

La coexistencia de los dos mecanismos facilita la diferenciación de la oferta política. A esta situación disruptiva se le sumarán las consecuencias de la entrada del mileísmo en la escena nacional y distrital. Así las cosas, el macrismo, que durante casi 18 años se conservó como la fuerza hegemónica del distrito, podría perder las elecciones. Por un lado, porque una parte de su electorado puede migrar a la oferta de La Libertad Avanza, si esa fuerza mantiene su atractivo el año que viene. Y por el otro, porque puede cristalizarse una coalición opositora entre radicales cada vez más alejados del PRO y peronistas que, a nivel ciudad, tienen la curiosidad de un ex radical como su principal referente actual.

¿Podrá suceder? Al menos en un par de ocasiones, ya sucedió. Esa coalición impensada hace dos años, estuvo detrás del intento de recomponer las jubilaciones salvajemente ajustadas por Milei, aunque no pudo impedir la vigencia del veto presidencial y también sostuvo la recomposición del presupuesto de las universidades nacionales ante el desfinanciamiento con el que quiso asfixiarlas el gobierno nacional. El 2 de octubre esas fuerzas se manifestaron juntas, en nuestras calles como en el resto del país, en defensa de la educación pública y la ciencia nacional.

En seis meses más (una eternidad en Argentina) se sabrá si esa unidad en los hechos se puede formalizar en una oferta electoral conjunta. De hacerlo, abriría las puertas a un fuerte cambio de signo en la administración porteña.

                                Lic. Gerardo Codina   


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