Editorial | 24 de marzo de 1976
Una fecha clave en nuestra historia
Pasados 36 años prosigue la búsqueda de la verdad y la justicia. No podÃa ser de otra forma. El golpe militar, que inauguró el proceso genocida impulsado por la más feroz dictadura que hemos padecido los argentinos, destacó además por ser la culminación de un extenso perÃodo de confrontación violenta entre el autoritarismo y la democracia. Buenos Aires, 12 de marzo de 2012. En efecto, la violencia polÃtica caracterizó la vida nacional casi desde sus inicios, pero cobró nuevos brÃos a partir de que las minorÃas oligárquicas se rebelaron ante el poder democrático y lo derrocaron, una y otra vez, desde 1930.
Si bien formalmente nuestro paÃs siempre tuvo gobiernos electos por sus ciudadanos, la emergencia en 1890 de la Unión CÃvica puso en cuestión la república conservadora en la que el voto popular era manipulado por el régimen a favor de los poderosos, mediante toda clase de fraudes y extorsiones.
Lograr que el voto fuese secreto y, por lo tanto libre, además de obligatorio, consumió las energÃas revolucionarias de una generación de luchadores polÃticos, básicamente encuadrados en la UCR y el socialismo y demandó tres alzamientos populares entre 1890 y 1910.
Asà llegó la Ley Sáenz Peña, que organizó las instituciones polÃticas del Estado en base a la opinión libremente expresada de las mayorÃas. Poco habrÃa de durar la experiencia inaugurada en 1916 por Hipólito Yrigoyen. Catorce años bastaron para que las minorÃas encontraran en el Ejército el recurso de fuerza para imponer sus designios. HabÃa llegado “la hora de la espada”, pero no para defender la soberanÃa nacional, sino para atentar contra los derechos de las mayorÃas.
Ese legado manchado de sangre de compatriotas estaba en lÃnea con el accionar de la fuerza armada que masacró a los pobladores indÃgenas en la llanura pampeana, la Patagonia y el Chaco y que fusiló obreros en las calles de Buenos Aires durante la Semana Trágica de 1919. No era el Ejército de San MartÃn, sino el de Roca, forjado para servir de fuerza de ocupación y para someter a los pueblos de la patria a la voluntad centralizada de la oligarquÃa conservadora.
Recién el 24 de febrero de 1946 volvieron los argentinos a expresarse libremente en las urnas para decidir su futuro polÃtico. Al hacerlo, dieron partida de nacimiento a un nuevo movimiento popular que revolucionó pacÃficamente la nación. Una fuerte distribución del ingreso a favor de los más humildes se consagrarÃa como nueva polÃtica social, que habilitó el derecho a la salud pública, aseguró la educación popular, el acceso a la vivienda digna, al deporte y al turismo, construyendo al mismo tiempo las condiciones que hacÃan posible el desarrollo de una industria nacional orientada a abastecer el creciente mercado interno.
La novedad no fue soportada por mucho tiempo. Más allá de que fue refrendada democráticamente en 1952, con la inclusión por primera vez del voto de las mujeres, una coalición reaccionaria cÃvico militar se estructuró para alzarse con el poder democrático y, masacrando civiles y libertades, derrocó al peronismo en 1955.
Desde entonces y hasta el 11 de marzo de 1973, los argentinos no pudimos elegir libremente nuestros gobiernos. Las proscripciones que en la década del 30 habÃan castigado a radicales y comunistas, durante dieciocho años dejaron fuera a los peronistas. Aún en ese marco de “democracia restringida”, los gobiernos de Frondizi e Illia fueron derrocados por golpes militares deseosos de aplastar cualquier indicio de resurgimiento del movimiento popular transformador. Ya no se trataba sólo de la cuestión nacional. Nuevos vientos libertarios soplaban en toda América Latina y muchos argentinos como el Che protagonizaban la mejor historia popular.
Esa nueva historia que despuntaba se exhibió el25 de mayo de 1973en Buenos Aires. El nuevo gobierno argentino era saludado públicamente por Salvador Allende, presidente de Chile electo porla Unidad Popular, que procuraba una propia transformación revolucionaria pacÃfica y democrática de su patria. Y también Cuba socialista decÃa presente, representada por su presidente de entonces, Osvaldo Dorticós.
Argentina se debatÃa intensamente. Recuperar la institucionalidad democrática requerÃa hacer justicia a las vÃctimas de la represión polÃtica desatada desde la llamada “Libertadora”, y relanzar el camino de desarrollo autónomo que asegurase recuperar los mayores niveles de justicia social previamente alcanzados. Como tantas veces antes, los intereses de las minorÃas reaccionarias internas se conjugaron con la voluntad de las potencias extranjeras, que procuraban abortar cualquier ejercicio de autonomÃa nacional y de solidaridad latinoamericana que pudiese emerger del movimiento popular.
Asà las cosas, volvieron a mancillar el orden constitucional por la fuerza, pero esta vez dispuestos a masacrar la voluntad transformadora de nuestro pueblo. Siete años después, derrotados en Malvinas, con 30 mil desaparecidos a cuestas, habiendo destruido un tercio de la industria nacional e instalado el perverso agujero negro de la deuda externa para drenar el fruto del trabajo argentino, con las empresas públicas desmanteladas, esos militares quisieron tutelar la renacida democracia argentina e imponer el olvido de sus crÃmenes. No pudieron ni podrán.
Lic. Gerardo Codina
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