Buenos Aires, 18 de abril de 2023. Con esa doble operación, Milei puede presentarse como lo nuevo, cuando no es más que Martínez de Hoz o Cavallo en versión La Salada. Jugando -como hizo antes Macri- con la idea de que es posible resolver de golpe las diversas crisis que atravesamos, descargando su costo sobre los que menos tienen, empeorando sus condiciones de vida y privándolos de todos sus derechos. Nada dicen sobre la descapitalización inducida de los procesos productivos en el país, por medio de la fuga de capitales que nunca hicieron los laburantes o sobre la extranjerización creciente de una economía que paga en dólares que no tiene sus entretenimientos televisivos o los servicios turísticos, entre otras cosas.

Dicen que todas las causas del aparente fracaso argentino se condensan en la supuesta falta de compromiso laboral de los que quieren “vivir del Estado”, y callan que el mayor empresario del país construyó su éxito comercial a caballo de las prebendas que le dieron sucesivos gobiernos, eximiéndolo de impuestos o financiando la formación de sus trabajadores. Tal el caso del dueño de Mercado Libre, pero también de Techint o los Macri. O silencian los negociados inmobiliarios desarrollados con la interesada colaboración de Rodríguez Larreta para Eduardo Elsztain, el dueño de IRSA que controla todos los principales centros comerciales de la ciudad y el Banco Hipotecario, el último de los cuales es Costa Urbana sobre el humedal que iba a ser la Ciudad Deportiva de Boca Juniors.

Mal que le pese a los ultraliberales, el Estado crea mercado y con su mediación, los poderosos hacen grandes negocios a costa de toda la sociedad. Con el agregado autóctono de que sus excedentes los ponen a resguardo de la democracia en paraísos fiscales, como si no fuese capital argentino. Así, desfinanciado, el país requiere de inversión externa, porque carece de la propia reinversión de las utilidades que genera y debe solicitar crédito a organismos multinacionales que imponen sus reglas para el funcionamiento de la economía. 

De este modo sucedió durante gran parte de estos 40 años y sin embargo sus responsables no son visibilizados por la población, que busca en sí misma las causas del incremento de la pobreza, sin ver que es la misma causa que el crecimiento de la riqueza de algunos pocos. Para que esta confusión se sostenga, resultan cómplices necesarios los grandes medios de comunicación, que forman parte del club de los ricos, privilegiados con excepciones otorgadas por los gobiernos de turno. 

Desde el monopolio de la producción de papel prensa obtenido de mala manera durante la dictadura, hasta las sucesivas autorizaciones para conformar un gigantesco pulpo mediático que niega en los hechos la libertad de expresión o las sentencias favorables para aumentar los precios de los servicios esenciales que brindan discrecionalmente, Clarín y La Nación se las han ingeniado para imponer gobernantes y políticas manipulando la opinión pública, hasta un extremo en el que la convivencia democrática entra en crisis, como lo evidenció el intento de asesinar a la Vice Presidenta de la República, minimizado por esos medios y encubierto por una Justicia adicta al poder real. Tienen la ilusión de tutelar la democracia para hacer que la gente vote lo que ellos eligen y muchas veces lo han logrado, como se comprueba en el hecho de que tres de los últimos cinco presidentes electos hayan sido oriundos de nuestro distrito, desde el que esos medios operan. 

Así la ilusión de que la derecha habrá de resolver los problemas nacionales se sustenta en gran parte en la ilusión de la derecha de que puede controlar mediáticamente a la democracia. Pero nuestro pueblo ha demostrado varias veces que esas ilusiones son vanas.

Lic. Gerardo Codina          

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