Comunales | Cigarros Manrique
Puro sabor a tradici贸n y barrio
En Catamarca y Alsina funciona la hist贸rica casa de habanos artesanales, premiados en fiestas locales e internacionales. Los han probado Fidel Castro, Tato Bores, la Coca Sarli y fan谩ticos del tabaco en todo el mundo. Buenos Aires, 14 de junio de 2016. Las manos morenas de Eli se mueven r谩pido, laboriosas. Tienen el saber de la tierra, esa que cultiv贸 cuando ni帽a en campos tabacaleros de su Rep煤blica Dominicana natal hace ya veinte a帽os, mismo suelo que ha dado la planta y luego la hoja que ahora ella labra con esmero hasta transformarla en los habanos que apila en la sala principal, te帽ida en gamas marrones y luces tenues.
Dentro de Cigarros Manrique, la hist贸rica tienda ubicada a pasos de Plaza Miserere, entre aromas a hebras y caf茅, con un filo ella corta la capa exterior y en segundos riega tabaco, dobla y da ruedo. La magia se repite hasta trescientas veces al d铆a. En el medio ocurren risas, charlas con vecinos y visitas de amigos: la vida misma en esta tienda fundada en 1928 que hoy encabeza Roberto Rodr铆guez Pardal, tercera generaci贸n de tabacaleros.
鈥淢e dicen maestro, eminencia, ya me quieren enterrar鈥, bromea Roberto mientras pita de su cigarro liviano antes de dar el mediod铆a. Desdramatiza las distinciones locales e internacionales, charlas y apretones de mano con otras eminencias en puntos rec贸nditos del globo. Como un museo en pleno puesto de trabajo, cada haza帽a est谩 viva en cuadros, fotos, placas y, sobre todo, en un pasaporte repleto de sellos y an茅cdotas que Roberto desgrana mientras la bruma perfumada peregrina los techos del lugar.
Desde temprano suena el timbre en el 211 de la calle Catamarca. Bajo el toldito de lona verde est谩 la vidriera de marcos marrones con variedad de habanos, mechada con fotos y una muestra r谩pida de todo el camino recorrido por esta casa tabacalera para llegar a la excelencia. A la derecha est谩 la puerta donde ingresa la clientela. Casi siempre, mientras su ayudante Daisy 鈥淓li鈥 Minorka da ruedo al tabaco, atiende Roberto, quien arma los paquetes de entrega con paciencia, sobres y bolsitas para que el contenido llegue a destino sin sobresaltos. 鈥淰ienen apurados, agarran los habanos al rev茅s, se les cae el tabaco; pero de todo se aprende鈥, suspira Roberto y vuelve a pitar.
Como si fuera un mantra, esa idea de aprendizaje alcanza tres generaciones de la sangre Rodr铆guez Pardal, perfumada de tabacos y viajes, durante tres siglos en dos continentes y cuatro pa铆ses. La historia empieza al otro lado del Atl谩ntico. En la andaluza Ja茅n, Don Juan Rodr铆guez (1863-1930) conoci贸 y se cas贸 con Do帽a Francisca Orellana. Se hizo torcedor de tabaco en la Real F谩brica de Tabacos de Sevilla. Con la liberalizaci贸n comercial de 1895, muchos torcedores espa帽oles migraron a Cuba. El matrimonio se asent贸 en La Habana. Don Juan trabajaba para la empresa Jos茅 Gener cuando Jos茅 Mart铆 llam贸 al pueblo cubano a la revoluci贸n. Entonces, cambi贸 los tabacos por el fusil y la casaca azul y se alist贸 en el cuerpo 鈥渓os rayaditos鈥.
Pasados los a帽os y el fervor del Caribe, la historia de los Rodr铆guez Pardal pone de protagonista al sucesor: Lucas Rodr铆guez (1908-1985), quien en 1928 registra la marca Manrique, en honor al poeta espa帽ol Jorge Manrique (1440-1479), autor de c茅lebres eleg铆as a su padre. A帽os m谩s tarde, Lucas y los suyos residieron en distintos puntos de Brasil: San Pablo, R铆o de Janeiro, Vera Cruz. Pasado el crack del a帽o 30, llegaron a Buenos Aires. En 1942 naci贸 Roberto. La familia arrib贸 a la esquina de Balvanera tiempo despu茅s, en 1958.
Hubo 茅pocas con cerca de diez hacedores de habanos en plena obra. Hoy Roberto hace d煤o con Eli y est谩n con la producci贸n al d铆a. Tanto a mediados del siglo pasado como hoy acude un variopinto de figuras p煤blicas, vecinos y an贸nimos en busca de los aromas que la sapiencia andaluza supo trabajar.
Esos mismos puros que Roberto y Eli fuman durante el d铆a de trabajo, mechado entre visitas de clientes, estuvieron en bocas de hombres y mujeres que dejaron huella. El m谩s emblem谩tico se hizo de 300 cigarros Manrique tama帽o Corona el mediod铆a del 30 de abril de 1959, casi como un bautizo para la nueva casa de Balvanera. Lucas Rodr铆guez levant贸 el tel茅fono y escuch贸 el pedido, que era 鈥減ara Fidel Castro鈥, quien visitaba el pa铆s a poco de instaurar la revoluci贸n cubana y derrotar a Batista. El tabacalero crey贸 que era broma y sigui贸 la corriente. El chiste se deshizo cuando por la calle Catamarca se oy贸 鈥渦n rugir de motos policiales conducidas por personal con guantes blancos de ceremonial, que escoltaba a un veh铆culo negro del que descendieron tres morenos de impecable traje azul鈥. En un extra帽o gui帽o del destino, el Fidel de la revoluci贸n disfrut贸 los habanos hechos por el descendiente de aquel Don Juan rayadito que luch贸 tras el grito de Mart铆.
Otra an茅cdota de impacto fue cuando el apellido Manrique se oy贸 en los hogares de todo el pa铆s. En pleno apogeo de popularidad, Tato Bores hac铆a uno de sus disparatados di谩logos telef贸nicos. Al habla con el presidente, como el cigarro se le apagaba seguido, el c贸mico solt贸 un improvisado reto: 鈥淐he Manrique, hac茅melos m谩s livianos鈥. 鈥淟a hilaridad en el estudio fue portentosa. Todo el pa铆s se ri贸. Menos yo鈥, escribi贸 Roberto para exorcizar aquel momento.
En lo alto de uno de los muros hay una foto de la Coca Sarli, con un Manrique en la mano. Es una toma de la pel铆cula 鈥淟a mujer de mi padre鈥 (1967-68). Seg煤n Roberto, los adquiri贸 Don Hugo del Carril para la ocasi贸n.
Lo que el tiempo y la distancia deshace, el ritual de fumar un puro une. Une a personas de distinto credo, ideolog铆a, cada vez que el fuego libera el humo aromado. 鈥淓l habano es un ritual鈥, sintetiza Eli. Roberto asiente y suma: 鈥淓s mentira que fumar habano sea cosa de ricos, hay de todo tipo; lo importante es el disfrute鈥. La complicidad entre ambos entendidos corre el tel贸n de lo exc茅ntrico, pintoresco o lejano y deja entrever la ra铆z de este asunto: el saber de la tierra devenido en el placentero arte de mirar la vida con un puro entre los labios.
Juan Castro
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