Editorial | Cambios políticos

Amores de estudiantes

Efímero, como un amor de estudiantes, fue el romance entre el macrismo y los libertarios. Llegó la hora de competir y eso tendrá sus consecuencias en la ciudad que vio nacer al PRO y donde gobierna en forma ininterrumpida desde 2007. Además, Jorge Macri refuerza los gestos de diferenciación con Rodríguez Larreta.
Buenos Aires, 13 de agosto de 2024. El fin del amor entre Milei y Macri, aunque todavía se autoperciben como potenciales socios en el futuro, se sustenta en dos circunstancias. La primera es que la adhesión popular al primer presidente libertario de la historia empieza a decaer, arrastrada por el brusco empeoramiento de las condiciones de vida de las mayorías, sin ninguna expectativa racional de pronta recuperación en el horizonte. Crece el descontento y Macri lo sabe, por lo que comenzó el operativo de  diferenciación. Primero, acusando al gobierno del economista “especialista en desarrollo”, de falta de gestión. 

La segunda es que los libertarios se han propuesto fagocitar el espacio político del PRO, así como se hicieron con el voto de sus seguidores, pero consolidando una fuerza propia, que les dé autonomía y capacidad de disputa territorial en todo el país. Aunque suene contradictorio con lo anotado en el primer punto, todavía el declive de las adhesiones populares no es tan marcado como para enterrar el sueño de una hegemonía de los hermanos Milei que nada le deba al macrismo y pueda disputar por sí misma con el peronismo en todos los territorios. 

Los planes de unos y otros dependen sobre todo de cómo evolucionen las ecuaciones económicas principales y con qué intensidad eso repercuta en el ánimo de la mayoría. Pero, entre tanto, tiene consecuencias sobre los porteños. En primer lugar, Jorge Macri todavía no vio un peso de los fondos nacionales que la Corte Suprema adjudicó discrecionalmente a la Ciudad. Milei y Caputo están dispuestos a cerrar todas las canillas del gasto público, aunque eso implique pasar por alto leyes, acumular deudas o dejar a la intemperie a los más desprotegidos de los argentinos. Los porteños no son una excepción para ellos. 

El tema importa a Jorge Macri porque su ambición de hacer una gestión que se luzca con la obra pública tropieza con una baja de la recaudación precipitada por la severa recesión inducida por el gobierno libertario. Se cumple así la profecía de Milei: no hay plata. Por eso, en este momento, los mayores fondos nacionales harían una diferencia importante. Pero no sólo no están los otorgados por la Justicia, sino que tampoco habrá continuidad de los subsidios al transporte público de pasajeros, en otro avance de la motosierra. El boleto de los colectivos así pasará a costar en setiembre, de cumplirse con los propósitos de la administración nacional, unos 1300 pesos de arranque, multiplicando por cuatro el costo de viajar en bondi. Otro golpe a la economía de las mayorías que la ciudad no tiene forma de amortiguar y que se suma a los tarifazos de los servicios públicos.

Mientras esto ocurre, Jorge Macri tiene tiempo como para diferenciarse de Rodríguez Larreta, mostrando un dinamismo político insospechado. Entre otras cosas, canceló la licitación del servicio de acarreo de autos en infracción, también puso marcha atrás en el proyecto de urbanizar Costa Salguero y ahora está revisando el código urbanístico de Larreta, como prometió en campaña. Como si el anterior hubiese sido un gobierno de otro partido, del que él no hubiese formado parte. Otro amor de un día. Se ve que es de los que creen que en política no hay lealtades permanentes. 

                                                                                                            Lic. Gerardo Codina


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