Comunales | Plaza Miserere

Los corrales donde se combatió a los ingleses

El hueco o corral de Miserere, hoy Plaza Miserere, no sólo es un punto nodal del trasporte de los porteños sino un sitio significativo para nuestra historia nacional. Con un nombre de origen incierto y múltiples destinos a través de los años, esa fracción de terreno ubicada a metros del arroyo que corre por debajo de las calles Saavedra y Paso, en dirección de Retiro, donde desemboca en el río de la Plata, era el lugar donde estacionaban las carretas que llegaban a Buenos Aires. Allí se traspasaban las mercaderías a las mulas que avanzaban hacia la ciudad, para evitar que los carretones dejen surcos en las calles de tierra de la modesta capital virreinal.
Buenos Aires, 26 de setiembre de 2017. La Plaza Miserere es una de las principales plazas de Buenos Aires. Se encuentra en el corazón del barrio de Balvanera. Debe su nombre al antiguo vecino Antonio González Varela, apodado "miserere", por su misericordia y bonhomía (se dice que donó los terrenos en los que se edificó la actual Parroquia de Balvanera). La plaza es popularmente conocida como Plaza Once, puesto que a su lado se encuentra la estación Once de Septiembre del Ferrocarril Sarmiento.

El lugar en donde se halla emplazada la plaza fue inicialmente una quinta, conocida como Quinta de Miserere o Corrales de Miserere. Hacia 1814 se la denominó como Mataderos de Miserere, llamándose Hueco de los Corrales en 1817 y Mercado del Oeste por 1850. También fue conocida como Mercado o Plaza 11 de Septiembre, en homenaje al 11 de septiembre de 1852. La denominación Plaza Miserere data de 1947.

En esta plaza se concentraron las fuerzas que reconquistaron la ciudad invadida por los ingleses en 1806, y durante la segunda invasión inglesa, en 1807, las tropas argentinas de Liniers fueron vencidas en este lugar en el llamado Combate de Miserere.

El Combate de Miserere tuvo lugar al atardecer del 2 de julio de 1807, durante la segunda invasión inglesa al Río de la Plata. En una rápida acción las fuerzas británicas dispersaron a los defensores. Pero la victoria no fue aprovechada y cinco días más tarde, el asalto final a la ciudad de Buenos Aires terminaría en la capitulación del ejército invasor.

Los ingleses habían logrado tomar Buenos Aires a fines de junio de 1806. En el mes de agosto la reconquista de la ciudad por las fuerzas al mando de Liniers, alejó a los ingleses de la capital del virreinato. Pero no por mucho tiempo. 

Desde Londres, se enviaron nuevamente fuerzas hacia el Río de la Plata, al mando del general Juan Whitelocke. 12.000 hombres partieron con un mismo fin, tomar primero Montevideo y, después, Buenos Aires.

El 20 de enero vencieron a los defensores comandados por Bernardo Lecocq en el Combate del Cordón, en las afueras de la ciudad, sitiaron y ocuparon Montevideo el 3 de febrero. Prosiguieron sus avances en marzo, tomando Colonia del Sacramento y vencieron el 7 de junio en el Combate de San Pedro a las fuerzas enviadas por Buenos Aires.

Luego de la caída de Montevideo, el 8 de febrero las tropas que habían luchado allí al mando de Liniers, previendo que el próximo bastión a atacar era Buenos aires, se trasladaron hasta aquí trayendo consigo las piezas de artillería que se habían instalado en Colonia del Sacramento. 

Cuatro meses más tarde, el 28 de junio, el general Whitelocke decidió que había llegado el momento de apoderarse de Buenos Aires. A las 48 horas partían siete mil ingleses, que llegaron a la ensenada de Barragán, en las costas próximas a la actual ciudad de La Plata. 

Para llegar a Buenos Aires debían recorrer aún una distancia de 60 km. La vanguardia estaba a cargo del general Gower, que para arribar a la ciudad no tenía otro modo hacerlo que atravesar el puente de Gálvez ubicado sobre el Riachuelo, actual puente Pueyrredón. Al menos eso creyó Liniers y allí preparó la defensa. 

Los porteños contaban con siete mil hombres, nueve cañones, un obús, entre otras armas y estaban bien posicionados. Sin embargo, tuvieron una gran falla, al equivocar la estrategia del enemigo, que logró engañarlos.

El plan general de los invasores preveía evitar un asalto frontal contra el dispositivo español en el puente, por considerarlo innecesario y riesgoso. Sabían que allí se concentrarían las fuerzas defensoras y el grueso de su artillería, que contarían supuestamente con la protección de la barranca, y que el puente en sí era un punto controlable para los defensores y fácil de destruir en caso de ser amenazado. De hecho, dieron por supuesto que el puente habría sido destruido y no confirmaron así la situación real.

La vanguardia inglesa, integrada por tres compañías del batallón 95, de tropas ligeras, contando con 4 cañones, eludieron ese forzado camino, y tomaron rumbo a la izquierda, atravesando el vado de Burgos, actual puente Alsina, avanzando rumbo a los Corrales de Miserere, hoy llamada Plaza Once o Plaza Miserere, en recuerdo de este trágico evento. Cuando Liniers comprendió que sus enemigos habían elegido otro camino, fue tras ellos, pero de un modo muy desorganizado.

Cuando aún faltaban recorrer 500 pasos para llegar al lugar de destino, los ingleses divisaron a las fuerzas porteñas, que inmediatamente atacaron. Como los caballos ingleses que transportaban el armamento habían quedado rezagado, Gower ordenó, que se atacase por la izquierda, armados con bayonetas. Era el 2 de julio de 1807, un día que pudo ser el comienzo del dominio inglés en las colonias españolas. 

En muy poco tiempo, que no alcanzó a media hora, el general Craufurd, auxiliado por el teniente coronel Pack, el mayor Travers y los integrantes del batallón 95 de tropas ligeras, aniquilaron a los rioplatenses, que sufrieron de 130 bajas, entre muertos y heridos. Los ingleses lamentaron la cuarta parte. Los que pudieron huir, lo hicieron espantados por la superioridad en la calidad profesional del adversario. 

Pero también los ingleses se equivocaron en los pasos posteriores. El general Gower decidió esperar hasta la llegada de Whitelocke, arribo que se produjo dos días después, subestimando la capacidad de reorganización de las fuerzas locales.


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