Sociedad | Socios nº 30.000

También Boca y sus desaparecidos

En un acto por la memoria, al lado de la Bombonera, fueron homenajeadas siete víctimas del terrorismo de Estado que asistían a la cancha o que tenían vida social dentro del club. Así el club de la ribera se suma a la movida que inició Banfield tiempo atrás y a la que, lentamente, se han ido incorporando otros clubes como San Lorenzo, Huracán y Racing. Gestar esos actos reparatorios exige una tarea de reconstrucción de la memoria institucional, pues en algunos casos se ha ido más allá de los registros formales de socios e identificado a los hinchas desaparecidos, como fue el caso de Racing.
Buenos Aires, 29 de marzo de 2022. En una nota publicada por el colega Federico Amigo, en el periódico cooperativo Tiempo Argentino, se refleja el recorrido que hubo de hacerse en el club para llegar hasta el momento en que se reconoció a los siete socios de Boca que fueron secuestrados entre el 26 de marzo de 1976 y el 18 de febrero de 1978.

Relata Amigo "Para Roberto Pennelli, Boca es su pueblo. Desde que nació hasta los cuatro años, vivió junto a sus padres y abuelos en la planta baja de una casa de tres pisos ubicada en Suárez y Palos. Francisco, su papá, tenía un local de venta y reparación de máquinas de escribir en Brandsen y Zolezzi. Juan Pedro y Juan Antonio, tíos maternos, también eran de la zona, a dos cuadras de la Bombonera. El Colegio San Juan Evangelista, de Olavarría y Martín Rodríguez, fue la primaria de Roberto. A los 9 años, caminaba unos 300 metros para llegar a la pileta del club. Iba junto a Graciela Dora, hermana tres años mayor que él. Eran socios de Boca. Ya vivían sobre Almirante Brown, entre Palos y Brandsen."

Y recoge su testimonio: "´Ahí estuvimos 29 años y ahí la vinieron a buscar a ella´, recuerda Roberto. Graciela fue secuestrada el 22 de noviembre de 1976. Estudiaba veterinaria en la UBA, donde militaba en la Juventud Universitaria Peronista. Todavía se desconoce qué pasó con ella, lo único que sabe Roberto es que pasó por la ESMA. Aún la sigue buscando, como aprendió de Dora Filipovich, su madre y una de las iniciadoras y pioneras de la ronda de los jueves -fallecida durante la dictadura-". 

Más adelante señala que "Para Roberto, Boca es su historia. Aunque había algo que el club excluía, que estaba afuera hacía 46 años, un silencio incómodo desde el final del golpe genocida. Hasta ayer, cuando homenajearon a socias y socios víctimas del terrorismo de Estado. En un acto por la memoria al lado de la Bombonera, las familias de siete personas desaparecidas recibieron un carnet para recuperar la identidad deportiva que fue vulnerada en la dictadura. ´Nunca hubo una postura reparatoria como hasta ahora. Es un orgullo´, cuenta Roberto. Está acompañado por Dante y Guido, dos de sus tres hijos, todos de Boca y criados en el barrio como ocurre en la familia hace cuatro generaciones."

“´Socio Nro 30.000´, dice el frente de cada uno de los carnets que también entregaron a las familias de Daniel Alberto Sansone, Jorge Fernando Di Pascuale, Carlos Alberto Chiappolini, Nillo Agnoli y los hermanos Antonio Ángel y Eduardo Alberto Garuti. Además de las firmas de las autoridades, adentro se lee “Memoria, Verdad, Justicia”. Es un posicionamiento que la conducción viene construyendo desde que Jorge Amor Ameal asumió la presidencia del club después de 24 años de macrismo. “En Derechos Humanos en Boca está todo por hacer porque se hizo muy poco y no queremos el silencio cómplice que hubo por muchos años”, sostiene Alejandro Veiga, actual prosecretario y militante en distintos espacios de DDHH como la Casa de la Memoria en Mar del Plata, su ciudad", anota el colega de Tiempo Argentino.

No se procura realizar sólo un gesto simbólico. La reconstrucción también intenta identificar la historia futbolera de esos siete hinchas, todos secuestrados entre el 26 de marzo de 1976 y el 18 de febrero de 1978. Se trata de conocer sus lugares favoritos en la cancha, si iban a la platea o la popular, si estaban cerca de La Doce o si paraban a comer un choripán en algún lugar especial. “Es una forma de hacerlos aparecer”, dice Veiga. Es que la memoria es una construcción colectiva y estos aportes le dan creciente profundidad. 


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