Sociedad | Las vacunas y los argentinos

Acá podemos hacerlo

La pandemia no trajo sólo malas noticias. Asimismo mostró las capacidades existentes en nuestro sistema científico técnico para producir y desarrollar vacunas. Además de servir para prevenir el COVID, se trabaja en atender otras enfermedades, como el Chagas. Pero además valen para independizar nuestro robusto programa de inmunizaciones, que es uno de los mayores méritos de la salud pública nacional, universal y gratuita. También esto está en juego en estas elecciones. Buenos Aires, 12 de setiembre de 2023. Para un periodismo que siempre procura mostrar las malas noticias, el dato pasó en silencio. Nuestro país alcanzó el mayor porcentaje de población vacunada contra el COVID entre las 20 naciones más poderosas del planeta. Incluso tuvo mejores resultados que naciones en las que se generaron gran parte de las vacunas que usamos acá.

Es que desde la epidemia de poliomielitis a fines de los cincuenta, nuestra población aprendió a valorar la vacunación preventiva como una herramienta segura y eficaz. Una confianza que se consolidó con cada ampliación del Programa Nacional de Inmunizaciones que implementa el Ministerio de Salud de la Nación, que cerró Macri y pretende volver a cerrar Milei. Un Programa de los más extensos del mundo por la cantidad de enfermedades que previene y que es un derecho consolidado para cada uno de los habitantes del país.

Pero no se trata solo de vacunar. También de crear y fabricar vacunas. Sobre todo en la creación se conjuga lo más avanzado del desarrollo científico tecnológico propio de un país. Y la pandemia nos dejó ese legado. La tensión de enfrentar una enfermedad desconocida, sin recursos terapéuticos y con dificultades de acceso a las herramientas posibles, hizo que muchas y muchos de nuestros mejores científicos se propusieran encontrar una respuesta en un corto tiempo. Y el esfuerzo rindió sus frutos.

Las vacunas nacionales

A fines de agosto concluyó el reclutamiento para el último ensayo clínico de la vacuna argentina contra el Covid-19. El reclutamiento de 2.014 voluntarios marcó un hito en el proyecto ya que “nunca una vacuna desarrollada en Argentina había llegado tan lejos”, informó la Escuela de Biotecnologías y Nanotecnologías de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam), institución que alberga el equipo de investigadores que desarrolló el inoculante, dirigido por la Dra. Juliana Cassataro. Una vacuna desarrollada desde cero en el país que ya demostró en los estudios preliminares ser segura y eficaz, está en camino de ser producida también en el país, como futuro refuerzo de la vacunación contra el Covid.

Ese logro es posible además por la articulación de esfuerzos entre más de 600 investigadores y 20 centros de investigación, incluyendo un laboratorio farmacéutico nacional que se apresta a producir en serie el producto final. Como dijo el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Daniel Filmus: “Es la primera vez que se desarrollan todas las etapas del estudio clínico de una vacuna en la Argentina que, además, genera un enorme precedente para el desarrollo de muchas otras vacunas”. El funcionario nacional destacó que “la vacuna ARVAC-Cecilia Grierson es posible gracias a la calidad de nuestras científicas y científicos, la articulación público-privada, la inversión del Estado y apostar sostenidamente en la investigación básica. Todo esto impacta en la calidad de vida de las personas”.

Pero no es un hecho singular. Gracias a una articulación estratégica entre el INTA, la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y la Fundación Instituto Leloir (FIL), las tres instituciones decidieron aunar esfuerzos y lograron “una formulación prometedora para una vacuna de nueva generación contra el SARS-CoV-2”, mejor que las vacunas que se aplican en la actualidad, comentó días atrás Daniela Hozbor, doctora en Bioquímica e investigadora del Conicet en el Instituto de Biotecnología y Biología Molecular (IBBM) de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

Además, las tres instituciones avanzaron en el desarrollo de una planta estatal para la producción de vacunas. Se trata de IncuINTA, una plataforma técnico-organizativa para el desarrollo de proyectos tecnológicos que el INTA tiene en el Centro de Investigación en Ciencias Veterinarias y Agronómicas (CICVyA), en Hurlingham, provincia de Buenos Aires. Allí se podrá producir no sólo productos contra COVID-19, sino también para la rabia, influenza, dengue, rotavirus e incluso para hacer frente a enfermedades endémicas como el Chagas.

También el Chagas

Igualmente a fines de agosto se publicó esta noticia. Una vacuna nasal que previene el contagio de Chagas, desarrollada por investigadores argentinos e impulsada luego por institutos de países de Europa, superó con éxito las pruebas en los primeros modelos animales y en un plazo de uno o dos años podría llegar a estudiarse en humanos, lo que significaría un hito en la prevención de esta enfermedad por la que cada año mueren 12.000 personas, en su mayoría en Latinoamérica.

Para su avance se conformó un consorcio internacional Cruzivax compuesto por 11 grupos de investigación y desarrollo con capacidades complementarias (argentinos y de Portugal, España, Francia,  Hungría, Alemania y Bélgica), tres universidades, tres institutos de investigación financiados con fondos públicos y cinco pymes con acceso a conocimientos, tecnologías y experiencia de vanguardia en explotación comercial. El objetivo es que la vacuna Cruzivax no sólo pueda utilizarse como prevención, sino también de forma terapéutica para aquellos que ya están infectados. Una muestra de que además de hacer ciencia de primera línea, los argentinos no estamos aislados del mundo, como algunos quieren hacernos creer.

                                                                        Lic. Gerardo Codina


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