Comunales | Cuestiones que deja la pandemia

Pensar la salud

Como todo evento total, que alteró por completo la vida social, la pandemia operó como un fuerte analizador de las condiciones en las que se produce salud en nuestro país. Desde las capacidades endógenas para hacer frente a tamaño problema, hasta cuáles son los recursos sociales disponibles y cómo se distribuyen. Un hito en esa reflexión colectiva necesaria fue la presentación en nuestra Comuna del libro “Integrado. Aportes para la discusión de un nuevo Sistema Nacional de Salud en Argentina” que reflejamos en nuestra edición de octubre. Buenos Aires, 28 de diciembre de 2021. No mal que por bien no venga y la pandemia no fue excepción. Entre las cosas buenas que está dejando, puso en agenda el diseño de un nuevo sistema de salud nacional, que aproveche mejor las capacidades nacionales y asegure un acceso equitativo a la atención de salud para todas y todos, sin importar dónde vivan.

El libro “Integrado. Aportes para la discusión de un nueva Sistema Nacional de Salud en Argentina” fue un gran aporte a ese debate y tuvimos la oportunidad de ser la locación de su primera presentación en sociedad. Así quedó reflejado en nuestras páginas.

Debates que sembró la crisis
La integración del sistema de salud

En el auditorio del sindicato FOETRA en Balvanera, se presentó el último martes de setiembre el libro “Integrado. Aportes para la discusión de un nuevo Sistema Nacional de Salud en Argentina”, una compilación de trabajos de distintos autores que abordan uno de los temas cruciales que dejó la pandemia: cómo fortalecer el sistema sanitario argentino para resguardar con calidad y equidad la salud de todos, aún en circunstancias excepcionales.

Buenos Aires, 6 de octubre de 2021. Con un prólogo escrito por el Dr. Daniel Gollán, ex ministro de Salud de la Nación y de la provincia de Buenos Aires, la compilación efectuada por el Dr. Giglio Prado y el Lic. Pablo Torres incluye unos 18 trabajos que abordan desde diferentes ópticas  las transformaciones requeridas para lograr un sistema más justo y solidario, examinadas a la luz de la emergencia vivida. 

Es claro que la pandemia puso en crisis a todo el mundo. En especial, a los sistemas de salud de cada país. Muchos, incluso en las naciones más desarrolladas, colapsaron desbordados por la demanda incontenible causada por un mal del que se desconocía casi todo en un principio. Las escenas dantescas de lo sucedido llenaron de angustia y temor a todos los hogares.

Fue una situación excepcional que se refleja en el nombre elegido para la edición actual del Congreso Argentino de Salud. “La tormenta perfecta” lo llamaron sus organizadores, la Asociación Civil de Actividades Médicas Integradas (ACAMI). Tormenta perfecta por el desafío profesional y económico que implicó la pandemia, que se sumó a la fenomenal crisis social que padecemos los argentinos.

El rápido proceso internacional de aprendizaje, la intensa movilización de recursos públicos y privados entre nosotros y el compromiso disciplinado de la mayoría con las medidas de cuidado, posibilitó que en Argentina no hubiese ningún colapso. Primer gran logro. Luego, acceder a las vacunas disponibles y lograr la vacunación masiva, paulatinamente fue poniéndole coto a la propagación de la enfermedad, que ahora parece haber quedado atrás. Entre todos, pudimos hacerlo.

Pero la pandemia también puso en evidencia todos los déficits, algunos de larga data, que tiene nuestro sistema de salud. Y dejó a sus responsables, a todo nivel, con la tarea de pensar de qué forma resolverlos y aprovechar la experiencia para potenciar las capacidades existentes. Porque no fueron todas malas noticias. También se lucieron la experticia, el ingenio y el empeño de nuestros trabajadores científicos y sanitarios para explorar y desarrollar nuevas herramientas con las que actuar en la emergencia.

La fragmentación como debilidad

Casi todos los que abordan estas cuestiones acuerdan que el punto urgente a resolver es la fragmentación histórica del sistema, que lo vuelve ineficiente pese a los recursos humanos y económicos que insume. En su ponencia, el autor de estas líneas lo resume así “Su fragmentación, redundancia e inequidad lo tornan ineficiente desde la perspectiva de la relación entre el volumen de recursos sociales que insume, contrastado con los pobres resultados socio sanitarios que se alcanzan, sobre todo en zonas y con poblaciones especialmente vulneradas en sus derechos.”  

Con tres sectores que convergen en el cuidado de la salud de la población en general, el público, el privado y el de la seguridad social, más otros especializados en aquellos con capacidades diferentes, consumos problemáticos o en las enfermedades y accidentes laborales, una inversión social que bordea el 10 por ciento del PBI no asegura buen acceso a la salud para todos. 

Así, pese a que Argentina tuvo en 2007 el gasto per cápita más alto de América latina en salud (US$ 663 per cápita), mantuvo una tasa de mortalidad infantil de menores de cinco años del 16 por mil, que llegó a superar a la de algunos países limítrofes que gastan menos, como Chile y Uruguay. Estas son cifras globales que, como siempre, esconden profundas desigualdades. Muchas de ellas son estructurales, como las implicadas en el subsistema de obras sociales sindicales, cada una de las cuales depende de los niveles salariales del gremio al que atienden y que, por lo mismo, calca las diferencias económicas que existen entre los diferentes colectivos de trabajadores.

Gran parte de lo construido se relaciona con el paulatino abandono de la idea rectora del primer ministro de Salud de la Nación, de que el sistema público nacional llegara a todos los rincones y a todos los habitantes por igual. Primero se trasladó a las organizaciones sindicales la tarea de dar respuestas a los problemas de salud de los trabajadores y sus familias. Luego el estado nacional transfirió sin recursos a las provincias gran parte del sistema público y, por último, los sectores de mayores ingresos pudieron acceder a seguros privados de salud, terminando de fragmentar la concepción solidaria que le había dado en el inicio Ramón Carrillo.

Las pandemias como la producida por el coronavirus no reconocen esas diferencias de clases y sectores sociales; enferman a todos por igual. Pero las resisten mejor aquellos que se encuentran en mejor estado y que tienen acceso preferencial a los remedios disponibles en cada momento. Por eso, recuperar la equidad original del sistema con los recursos disponibles, es el desafío planteado. El libro que se acaba de presentar, está en esa búsqueda.

Lic. Gerardo Codina



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