Comunales | Homenaje a Adolfo Castelo

“Te lo digo de onda”

El pasado miércoles 27 de agosto, desde las 20 horas, el Teatro Picadero del barrio de Balvanera (Pasaje Santos Discépolo 1857) se vistió de memoria, humor y afecto para rendir homenaje a uno de los periodistas más irreverentes y lúcidos que dio la Argentina: Adolfo Castelo. Bajo el título “Te lo digo de onda”, el evento —con entrada libre y gratuita, por orden de llegada— reunió a figuras emblemáticas del periodismo, la música y el arte para celebrar la vida y obra de un hombre que transformó el modo de hacer medios en el país. Buenos Aires, 2 de setiembre de 2025. Nacido el 29 de agosto de 1935 en Buenos Aires, Adolfo Castelo fue mucho más que un periodista: fue un creador de lenguajes, un formador de equipos, un provocador lúcido que entendía el humor como herramienta crítica. Se definía a sí mismo como un “ironista”, y esa autodefinición lo acompañó en cada medio que pisó: desde las revistas Rico Tipo y Tía Vicenta, hasta sus propias publicaciones como TXT y Cuatro patas.

En radio, fue pionero con programas como Las Ventajitas, Bolsa de gatos y Demasiado tarde para lágrimas, donde compartió micrófono con Alejandro Dolina. En televisión, fue uno de los creadores de Semanario Insólito y pieza clave de La noticia rebelde (1986–1989), junto a Carlos Abrevaya, Jorge Guinzburg y Nicolás Repetto. Este último ciclo marcó un antes y un después en la historia de la TV argentina, al combinar crítica política con humor sagaz en plena recuperación democrática.

Su último programa, Mirá lo que te digo (Radio Mitre), le valió el Martín Fierro al mejor conductor. Castelo fue declarado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires pocas semanas antes de su fallecimiento, el 23 de noviembre de 2004. Su velorio, cargado de afecto popular, confirmó lo que muchos ya sabían: Castelo no era solo un periodista, era una voz necesaria.

Una noche de recuerdos y música

El Teatro Picadero, con su historia de resistencia cultural y compromiso político, fue el escenario ideal para este tributo. La sala se colmó de público desde temprano, en una convocatoria que superó todas las expectativas. La entrada fue libre y gratuita, y el acceso se realizó por orden de llegada, lo que generó una fila que serpenteó por el Pasaje Discépolo, en una postal que recordaba los tiempos en que Castelo convocaba multitudes con su sola presencia.

El evento contó con la participación de Alejandro Dolina, Juana Molina, Carlos Ulanovsky y Gillespie, quienes compartieron anécdotas, reflexiones y fragmentos de programas que marcaron época. Cada uno, desde su estilo, recordó a Castelo como un maestro, un compañero de ruta y un referente ético.

Dolina evocó su paso por Demasiado tarde para lágrimas, destacando la capacidad de Castelo para combinar inteligencia y ternura. Juana Molina habló de cómo su mirada artística se nutrió del espíritu rebelde de los años 80, cuando Castelo rompía moldes en televisión. Ulanovsky, compañero de Castelo en El Ventilador, lo definió como “el periodista que nos enseñó a no tener miedo”. A su turno, Gillespie aportó su irreverencia musical, heredera directa del estilo Castelo, con una performance que cerró la noche entre risas y aplausos.

Música en vivo y atmósfera íntima

La velada incluyó música en vivo a cargo de Marcelo Miyagi, Rodrigo Lammardo y Rubén Sánchez, quienes interpretaron piezas que acompañaron la trayectoria de Castelo en radio y televisión. Los arreglos fueron pensados para generar una atmósfera íntima, donde cada acorde parecía dialogar con las palabras que se decían en escena.

Entre los momentos más emotivos, se destacó la lectura de fragmentos de textos escritos por Castelo, algunos inéditos, que revelaron su mirada aguda sobre la política, los medios y la vida cotidiana. También se proyectaron imágenes de archivo, con entrevistas, intervenciones televisivas y escenas de La noticia rebelde, que arrancaron aplausos espontáneos del público.

El homenaje fue también una oportunidad para reflexionar sobre el lugar de Castelo en la historia del periodismo humorístico argentino. En tiempos donde la información se vuelve cada vez más fragmentada y la crítica parece diluirse en la velocidad de las redes, su figura emerge como un farol ético, un recordatorio de que el humor puede —y debe— ser una herramienta de confrontación, no de evasión.

Castelo no hacía humor para distraer, sino para poner en jaque al poder, para desnaturalizar lo obvio, para despertar conciencias. Su estilo, marcado por la ironía, la inteligencia y la calidez, sigue siendo una referencia para nuevas generaciones de comunicadores, artistas y periodistas.

Balvanera, barrio de memoria

El barrio de Balvanera, con su mezcla de tradición y dinamismo, fue el escenario perfecto para este homenaje. El Teatro Picadero, ubicado en el Pasaje Santos Discépolo —nombre que evoca otra figura clave del tango y la crítica social—, se convirtió en un espacio de resistencia cultural, donde la memoria se hizo presente en cada palabra, cada imagen y cada nota musical.

La elección del lugar no fue casual: el Picadero fue fundado en plena dictadura como un símbolo de libertad artística, y su reapertura en democracia lo consolidó como un bastión del teatro independiente. Castelo, que siempre defendió la cultura como herramienta de transformación, habría celebrado esta elección con entusiasmo.

A más de dos décadas de su partida, Adolfo Castelo sigue siendo una presencia viva en el periodismo argentino. Su legado no se limita a sus programas o publicaciones, sino que se extiende a una forma de entender la comunicación como un acto de compromiso, de belleza y de provocación.

El homenaje del 27 de agosto fue mucho más que un evento: fue un "acto de amor colectivo", una manera de decir que hay voces que no se apagan, que hay estilos que siguen inspirando, que hay ironías que siguen incomodando. Y que, como decía Castelo, “alguien tiene que contártela”.




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