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Secretos de la Confitería del Molino

El edificio actual fue inaugurado el 9 de julio de 1916. La confitería cerró sus puertas en 1997 y en ese mismo año el conjunto arquitectónico fue declarado Monumento Histórico Nacional. En 2014 el Congreso de la Nación aprobó su expropiación y cuatro años después el Estado Nacional comenzó la tarea de restauración de los patrimonios tangibles e intangibles.
Buenos Aires, 15 de agosto de 2023. El arquitecto y especialista en gestión de patrimonio cultural Guillermo García detalló a Télam que el objetivo del equipo de restauración es tanto la preservación del edificio como la reconstrucción de las historias de quienes alguna vez pasaron por sus mesas y se tomaron un café frente al Congreso de la Nación.

El equipo de restauradores dedicados a la madera, los vitrales y los metales, encontró más de 30.000 objetos desde que entró por primera vez al edificio. En un trabajo colaborativo con el equipo de arqueología, analizaron cada una de las piezas, repararon los objetos con valor histórico, y rotularon y clasificaron todo el material. 

La recuperación de los más de 1200 metros cuadrados de vitrales significó también un trabajo minucioso. Los paños están compuestos por cientos de pequeñas piezas de vidrio unidas por sutiles soldaduras, aunque esto no fue un impedimento para recuperar la totalidad de los vitrales superiores del salón de la confitería, que  exhiben una representación de la famosa obra de Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, y las aventuras del protagonista con los molinos de viento.

Las construcciones que se fueron levantando en los lotes linderos al Molino hicieron que algunos vitrales perdieran su iluminación natural. Pero ahora, con los avances de la obra de restauración, todos fueron retroiluminados con luces led para recuperar el brillo.

En una de las esquinas del salón principal, al nivel de la vereda frente al Congreso, un gran reloj de madera marcó desde siempre la hora a los comensales y fue uno de los primeros objetos restaurados. Como mantenía el sello de la relojería original que mostraba que ya se le había hecho un mantenimiento, el equipo de trabajo ubicó al relojero, quien no sólo restauró el reloj sino que además lo reinstaló a pesar de que ya se había retirado del oficio. Cuentan los trabajadores que ahora el reloj tiene tres sellos: el de la fabricación, el del primer mantenimiento y el de esta última restauración.

También se trabajó comunitariamente en la elaboración de las cuatro esculturas de leones alados de la cúpula. Todas fueron recreadas desde cero, porque habían sido demolidas años atrás por cuestiones de seguridad. Los restauradores se inspiraron en fotos de la época que aportaron antiguos clientes de la confitería. Cada león pesa cerca de mil kilos, por lo que tuvieron que ser elevados hasta la cúpula en partes y  ensamblarlos en altura.

Si bien el interior de la confitería de Rivadavia y Callao se ha dejado ver en algunas ocasiones especiales, desde el mes pasado comenzó a ofrecer la Experiencia Molino, un recorrido guiado por la misma confitería, el salón de fiestas, la azotea y el subsuelo del edificio que permite observar el resultado del trabajo colectivo de restauración así como los rincones y secretos de esta esquina que es patrimonio cultural de la Ciudad de Buenos Aires.

                                                                                                       Norberto Alonso
 

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