Porteñas | Biblioteca Nacional

El gran gliptodonte de Testa

El caminante distraído que recorre el barrio de Recoleta en Buenos Aires puede sorprenderse al descubrirla: parece una gran nave espacial. Para Clorindo Testa, quien junto a Francisco Bullrich y Alicia Cazzaniga creó la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, era un gigantesco gliptodonte. Decía que había llegado para liberar otro compañero prehistórico que encontraron en el subsuelo cuando excavaron para construir los cimientos. Por Pablo Sáez (Fuente: www.ebcprensacooperativa.net.ar)
Buenos Aires, 18 de abril de 2023. La Biblioteca Nacional Mariano Moreno, considerada internacionalmente como uno de los exponentes más importantes de la arquitectura llamada “brutalista”, tiene una larga historia. Su realización fue un lento y penoso proceso desde que ganara una licitación pública en 1962 hasta su finalización treinta años después, en 1992.

El terreno que ocupa había sido desde principios del siglo XIX una casa de veraneo, luego quinta de Mariano Saavedra. En 1887, un representante de la próspera oligarquía ganadera, Mariano Unzué, hace construir un gran palacio, en estilo académico francés, muy afín a los sueños de la elite dominante.

Tras la crisis del 30, como tantas familias, los Unzué pierden su fortuna y la mansión es comprada por el Estado nacional en 1937 para saldar deudas. En 1942 se destina a residencia presidencial, y fue Juan Domingo Perón quien en 1946 la habitó junto con Evita. Allí la primera dama trabajó en parte con su fundación, cuando el cáncer la fue tomando, y fue en una de sus habitaciones donde murió en 1952.

La casa adquirió extraño poder místico y fue lugar de peregrinación popular para honrar la memoria de Evita. La Revolución Libertadora le dedicó una bomba que cayó en su jardín sin llegar a estallar, hasta que, en 1958, el general Aramburu ordenó su demolición total. Permaneció algunos años como un baldío de tristeza popular hasta que el presidente Arturo Frondizi decidió construir allí la nueva Biblioteca Nacional, como sucesora de la antigua con sede en la callé México.

Arquitectura visionaria

Para el arquitecto Oski Lorenti, socio del Estudio Clorindo Testa y asesor de la Fundación homónima, la Biblioteca Nacional se adelantó a su tiempo: “Es un ejemplo de lo que hoy se llama ‘arquitectura que hace ciudad’. Crea un lugar que Buenos Aires no tenía. Es curioso: está dentro y fuera de Buenos Aires. No hay mejor forma de comprender el edificio que sentarse en su plaza seca y mirar para arriba. Nos damos cuenta que es un ser vivo. Se ven los ‘intestinos’, como decía Clorindo: la sala de máquinas, la confitería y otros espacios. Y sentarse en la sala de lectura nos conecta con el río y el resto de la ciudad”, explica Oski.

El edificio de la Biblioteca Nacional se compone de tres bloques de concreto armado, con una altura de 22 metros, que forman un triángulo equilátero. El edificio es simétrico y está orientado hacia el norte, lo que permite la entrada de luz natural y una vista panorámica de la ciudad. La topología que propone su diseño es notable. Son cuatro patas que lo relacionan con el sitio, que permiten tener toda la planta libre, y sostienen el edificio en lo alto. En el subsuelo están los depósitos de libros, que pueden expandirse debajo de la barranca, protegidos de la luz y el sol. Subiendo, las oficinas administrativas, y en el último piso, la sala de lectura. Su concepción “brutalista” se manifiesta en el uso de materiales como el hormigón, la vista de su textura y terminaciones y otros materiales como el aluminio y el vidrio.

El brutalismo es un estilo arquitectónico que surgió en Reino Unido en la década de 1950. Se caracteriza por el uso predominante del hormigón, un enfoque en la funcionalidad y la falta de ornamentación. El estilo es conocido por su apariencia cruda y brutal, de ahí su nombre. Pero Clorindo Testa le dio un toque personal inconfundible, sustentado en una sensibilidad artística que convierte sus edificios además en poderosas esculturas. Todas dialogan con el espacio que habitan, expandiéndolo. Es el caso de este edificio, que continúa el paseo por los bosques que bajan hacia el río, y filtra entre su cuerpo las arquitecturas vecinas.

Clorindo Testa, el arquitecto artista

Nació en Nápoles en 1923, donde siempre decía que “había ido a nacer, para después venir a Argentina”, como sucedió. Dibujó siempre, desde niño, “como todas las personas cuando niños, pero no guardan sus dibujos”, contaba riendo. Se graduó como parte de la primera promoción de la nueva Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires en 1948. En 1949 obtuvo una beca para estudiar en Europa, donde estuvo tres años, y se empapó en las nuevas tendencias artísticas de la década.

Artista plástico, siempre tuvo en su estudio espacio para la pintura. Tanto que la primera muestra de arte en una galería coincide con la obtención de su primera importante licitación, el Centro Cívico de Santa Rosa. También son icónicos su obra del Banco de Londres, un edificio disruptivo en la city porteña; la audaz reforma del Centro Cultural Recoleta, el Hospital Naval, la Ciudad Cultural Konex y, por supuesto, la Biblioteca Nacional.

De costumbres austeras, siempre de traje, tenía su estudio en los altos de un viejo edificio en Santa Fe y Callao. Iba a tomar café regularmente al mismo lugar y casi siempre pensaba con un lápiz en la mano, dibujando. Amable, de enorme sabiduría y humildad. Lo citó Cortázar en Rayuela, y también Sábato, en Sobre Héroes y Tumbas. Admirado y querido por sus colegas, en 2012 todas las asociaciones profesionales lo eligieron por unanimidad como curador de arquitectura para la Bienal de Venecia.


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