Editorial |

Mayo, la primavera de la Patria

Aunque se corresponda con el otoño de estas latitudes australes, Mayo está asociado, desde el principio de nuestra historia como nación independiente, con el albor de una nueva era, el principio de un camino, el nacimiento de nuestra identidad. Es la primavera dela Patria. Un tiempo en el que reverdece el sentimiento nacional y se reencuentran los argentinos. Lic. Gerardo Codina Buenos Aires, 14 de mayo de 2012. Dos años atrás celebrábamos el bicentenario de aquellas jornadas inaugurales. Festejos que fueron inolvidables para los que los vivimos. Este mayo también será particular en la historia. Será el mes en el que se volverá a nacionalizar la principal petrolera del país.

Constituirá otro paso en dirección de consolidar la autonomía nacional. La misma que bregamos por conquistar en 1810 y que nunca pudimos perfeccionar definitivamente por nuestra condición de país pequeño, periférico y poco desarrollado que arrastramos desde el principio de nuestra historia.

En tiempos todavía recientes se nos prometía el ingreso al llamado primer mundo a condición de que arrasáramos con las empresas nacionales y permitiéramos que se adueñen de ellas conglomerados de capital extranjero. Las privatizaciones, que vinieron de la mano de la desregulación de las inversiones foráneas, se probaron ajenas al interés nacional. Era lógico. Esas empresas no venían a hacer grande este país, sino a hacerse grandes a su costa. Tal fue el caso de Repsol.

Cuando las cuentas amenazaban con desequilibrar todo el esfuerzo de recuperación económica realizado desde 2003, la Presidenta dio el paso necesario. Puso por delante los intereses argentinos. Paso no por esperable menos audaz, porque no se trata de hacer botellas, como le respondían a San Martín cuando apresuraba la Declaración dela Independencia. Se trata de hacernos cargo de nuestra historia. De sumar herramientas para que nuestro destino colectivo dependa más de nosotros mismos, de nuestros recursos y de nuestra inteligencia, que de la buena voluntad ajena.

Aquí estamos, entonces. En un nuevo tiempo inaugural que renueva las esperanzas colectivas. Justo en un momento en el que se achica la expectativa en el mundo de sobrellevar los tiempos adversos que atraviesa la economía sin que empeoren las condiciones de vida de las mayorías populares. Argentina transita en otra dirección. Afirmando más derechos. Construyendo más trabajo. Ampliando las fronteras de lo posible. Consolidando la justicia.

Este mayo primaveral de los argentinos comienza con una conmemoración también trascendente. La primera jornada del mes está consagrada a recordar la lucha de los trabajadores de todo el mundo por sus derechos. Un día de fiesta para los argentinos, que celebran lo conquistado entre nosotros para proteger a los trabajadores. Conquistas que habían sido consagradas a mediados del siglo veinte, pero que cayeron en la misma volteada que las empresas nacionales, con la promesa tramposa de que apartarnos de ellas nos abriría horizontes iguales a los de las naciones más desarrolladas del mundo.

También fue mentira. No hay desarrollo si no hay derechos. Empezando por los de los trabajadores. Lo otro es riqueza para unos pocos y explotación para la mayoría. Algo ajeno a cualquier democracia sustantiva, como la que estamos reconstruyendo entre todos.

Este primero de mayo será extraño, sin embargo. Con lo mucho que han recuperado los trabajadores argentinos desde el 2003, debiera ser un día para celebrar en la calle. Pero el rencor de algunos, que se piensan dirigentes, traiciona la causa común. Así las cosas, complejas, complicadas y mezcladas, transcurre siempre la historia, aunque sus protagonistas no se den cuenta. Cuando lo lean en los libros, será tarde.



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