Historias de nuestra comuna | Un asesino serial

El Petiso Orejudo

Cayetano Santos Godino nació en 1896. Era el menor de una pobrísima familia de inmigrantes italianos con nueve hijos que vivía en un conventillo de Urquiza 1970. Constantemente golpeado por su papá y hermanos, ya desde pequeño manifestó su violencia. De hecho, Fiore Godino, su padre, solicitó a la policía la detención de Santos en varias oportunidades desde que éste tenía 9 años de edad. Buenos Aires, 11 de octubre de 2016. La historia lo recuerda simplemente como el Petiso Orejudo. A los 15 años, este pequeño criminal se confesó culpable del asesinato de cuatro niños (desde bebés hasta chicos de diez años), de otros siete intentos de homicidio y de varios incendios intencionales. Catalogado como el primer asesino serial de Argentina fue apresado y condenado a los 16 años por estos crímenes cometidos en calles y baldíos de Boedo y San Cristóbal.

En una primera instancia, luego de una serie de peritajes psiquiátricos, Godino fue declarado inimputable por considerárselo irresponsable, aunque se decidió su internación provisoria en el pabellón de alienados delincuentes del Hospicio de las Mercedes. Poco después, por decisión del Ministerio Público, fue ubicado en la Penitenciaría Nacional y en noviembre de 1915, la Cámara de Apelaciones resolvió que fuera confinado en una penitenciaría por tiempo indeterminado, aconsejando su reclusión perpetua por “delincuente nato”, por lo que fue trasladado a la Cárcel del Fin del Mundo, en Ushuaia, donde cumplió su condena. En 1927 se lo sometió a una cirugía para reducir el tamaño de sus orejas, ya que algunas teorías sostenían que eran el origen de su crueldad.

Cayetano Godino siempre fue muy maltratado tanto por los médicos que lo examinaron en prisión, un alienado mental según diagnósticos, pero al que despectivamente llamaban “degenerado hereditario”, como por la policía en épocas donde se prejuiciaba cualquier crimen, se dejaban de lado las pericias y no se tenían en cuenta los móviles de los asesinatos. El sistema carcelario nunca consideró que en sus primeros años de detención el pequeño criminal prisionero era un menor de edad. Y a pesar de haber mantenido buena conducta durante veinte años, nunca tuvo oportunidad de gestionar su libertad ni recibió tratamiento para la recuperación de su salud mental. Los oficiales a cargo de su celda solían repetirle “lo tuyo no tiene remedio”.

En el museo que hoy funciona en lo que fue la cárcel pueden encontrarse fragmentos de la vida del Petiso Orejudo: unas cartas a su hermana lo muestran escribiendo con dificultad y con un lenguaje pobrísimo quejándose del frío. En sus legajos se describe su “casi nula expresividad”, su “falta de remordimientos” y sus conversaciones con el guardia de turno en las que comunicaba las sensaciones que tenía a la hora de matar, atacado por temblores. Las cartas que escribía Santos Godino y por las que nunca iba a obtener una respuesta lo descubren hundido en el pozo más profundo del aislamiento y la soledad.

Un aislamiento del que “egresó” al morir en el penal el 14 de noviembre de 1944 en un confuso episodio, supuestamente a manos de otros presos. Oficialmente se atribuyó la muerte a una úlcera. Sin embargo, hay quienes sostienen que fue castigado por haber asesinado a las mascotas de la prisión, falleciendo entonces a causa de una hemorragia interna producida por la paliza.


Norberto Alonso

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  • 13/10 | La DomenicaLa obra sobre el primer asesino serial, se presenta los jueves a las 21hs en el teatro La Lunares - humahuaca 4027, hasta el 3 de noviembre.