Comunales | Rastros de otra época
Palmeras en el barrio
A fines del siglo XIX estaban en patios y jardines de caserones periféricos. Con el crecimiento de la ciudad fueron taladas en su mayoría. Pero algunas todavía persisten en nuestros barrios. La “Casa de las Palmeras” de Riobamba 144 es la más famosa de la Comuna. Buenos Aires, 13 de octubre de 2015. En la segunda mitad del siglo XIX era normal que una familia tuviera en su casa de las afueras porteñas un patio con palmeras. Era un símbolo de distinción que al día de hoy permanece en muchos caserones antiguos.
Poder apreciarlas hoy en día es un viaje en el tiempo, hacia aquellos pioneros de periferia que poblaron los actuales “cien barrios porteños”. Por su belleza, su elegancia y espacio, llaman con facilidad la atención de cualquier peatón apurado.
A nivel técnico, las dos especies más comunes de palmeras de la Ciudad son la palmera yatay, nativa de las zonas adyacentes al río Uruguay, y la palmera pindó, proveniente del delta. Esta última se encuentra en mayor proporción y representa un 0, 5 % del Arbolado Público Lineal, una cantidad que supone cinco veces la población total de lapachos, uno de los árboles nativos que el Plan Maestro propone plantar en las veredas, detalla el gobierno de la Ciudad.
El emblema del barrio
A pasos del Congreso, en Riobamba 144, se entreteje una historia que mezcla fantasmas, distinción y literatura. Se trata de la llamada “Casa de las Palmeras”. Según el mito urbano, inspiró al escritor Julio Cortázar para su relato "Casa tomada". Si bien suena viable, ya que estudió y ejerció la docencia en el Mariano Acosta, a pocas cuadras, muchos estiman que la idea de aquel célebre cuento floreció cuando él estaba en Córdoba. Además, nadie de su entorno jamás confirmó esta versión. Pero lo bello del mito aún prevalece.
No obstante, este es sólo un atributo lateral de la casa, porque su fama se debe a un mito plagado de misterio y horror. La tenebrosa historia comienza a fines del siglo XIX, donde en Buenos Aires había una viuda llamada Catalina Espinosa de Galcerán, su esposo -el Dr. Galcerán- era un médico muy reconocido en la ciudad, murió durante la fiebre amarilla de 1871 mientras ayudaba a los enfermos, cuenta Wenceslao Wernicke en el sitio rhmbuenosaires.
Su viuda, Doña Catalina Espinosa de Galcerán, vivió en la casa de Riobamba con sus cinco hijos varones y su única hija, Elisa, quienes se dedicaron al estudio por el buen pasar económico heredado. Elisa, a diferencia de sus hermanos, solía ir a misa todos los días y siempre iba a un taller de Biblia que se daba en la parroquia de Nuestra Señora de Balvanera. Iba a trabajar de taquígrafa en el Senado de la Nación. “La vida libertina de sus hermanos iba en contra de sus propias creencias y de lo que su madre siempre trató de inculcar. Además de no ir a misa como pregonaba la progenitora, algunos se consideraban ateos. Elisa no podía tolerarlo”, enfatiza Wernicke.
Al morir la madre, Elisa se encargó de las tareas domésticas y administrativas del hogar. Sin embargo, los hermanos llevaban mujeres a la casa y, a veces, hacían fiestas que terminaban a la madrugada. Elisa se llenó de bronca por esa forma de vida.
Los hermanos Galcerán amaban mucho a su madre, a tal punto, que luego de que ella falleciera, decidieron clausurar el cuarto y dejarlo como estaba sin tocar absolutamente nada, como una suerte de museo pero sin visitantes.
A medida que sus hermanos iban falleciendo de manera misteriosa, Elisa clausuraba sus habitaciones. Así lo realizó con los nueve cuartos hasta que sólo quedó el sótano donde la encontraron muerta. Había tomado el mismo veneno que utilizó para con sus hermanos.
Los vecinos hablan de puertas que se cierran solas y de un malestar que ataca a los hombres que visitan el lugar, acota curiosidadesrhmbuenosaires. “La leyenda cuenta que todo hombre que haya tenido una vida de ocio, libertina y sea mujeriego experimentará fuertes dolores estomacales al momento de ingresar a la casa; esos dolores se agravarán aún más y lo dejará postrado en la cama por varios días con un cuadro de gastroenteritis o una infección al colon. Eso sucede porque ronda en la casa el espíritu de Elisa para castigarlos”.
En 1992 Elisa murió y la casa quedó abandonada hasta que en 1997 abrió una escuela primaria que, paradójicamente, se llamaba “Puertas Abiertas”. En el año 2008 se instaló en el lugar el Instituto del Pensamiento Socialista.
En el presente, sin miedo a espectros ni aparecidos, el Instituto del Pensamiento Socialista Karl Marx, funciona junto a la redacción de Izquierda Diario, publicación digital y en papel. Sus nuevos moradores han puesto enorme empeño en restaurar las instalaciones, acondicionarlas y mantener viva esta gran casona de Balvanera.
Otro punto que hace referencia a las antiguas construcciones en Balvanera es la Residencia Geriátrica 5 Palmeras, ubicada sobre Hipólito Yrigoyen 2452, también a pocas cuadras del Congreso. Las palmeras están sobre el patio del frente, se pueden apreciar a simple vista, entre escaleras y columnas de arquitectura esplendorosa.
En lo que refiere a palmeras, el barrio de Palermo se lleva la mayor distinción. El jardín Botánico tiene una colección importante a lo largo de todo el predio, varios sectores que las agrupan, otras dispersas. Se destacan diferentes especies, algunas originarias de Canarias. Además, los historiadores barriales y vecinos de antaño conocen el pasado de avenida Sarmiento: Avenida de las Palmeras, un paseo de fin de semana tanto ayer como hoy.
Juan Manuel Castro
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