Historias de nuestra comuna | Poeta de Balvanera

Macedonio Fernández

Escritor, abogado, referente del modernismo y de la vanguardia en su época, fue autor de una obra creativa, original y compleja, reflejada en poemas, novelas, notas humorísticas, cuentos, ensayos filosóficos y artículos periodísticos de carácter político. Buenos Aires, 5 de julio de 2016. Nació en 1874 y vivió en varios caserones de la zona de Congreso. Luego de la muerte de su esposa vendió sus propiedades y vivió en distintas pensiones del barrio.

Fernández fue un referente intelectual de Jorge Luis Borges. La relación entre ambos era la de un viejo amigo de la familia que tenía ascendiente intelectual sobre el joven escritor. Macedonio conocía a Jorge Guillermo Borges, el padre de Jorge Luis, desde que eran niños, luego compañeros en el Colegio Nacional Buenos Aires y más tarde en la Facultad de Derecho de la UBA, donde Fernández se recibió de abogado en 1897.

“En la década del 20 -relató Borges alguna vez- Macedonio Fernández tenía una tertulia los sábados en la esquina de Rivadavia y Jujuy, en el Once, en la confitería La Perla. Vivía cerca de casa, pero yo -al igual que mis contemporáneos- pensaba que el haber vivido en el mismo siglo, en la misma ciudad que Macedonio Fernández era un privilegio del cual no debíamos abusar. Llegaba a la tertulia de los sábados más o menos a las nueve y el diálogo con él era siempre largo y nos quedábamos hasta el alba escuchándolo. Yo nunca he oído a una persona cuyo diálogo impresionara más, era admirable, un conversador lacónico. Tenía una voz muy baja y la cortesía de atribuir sus pensamientos a su interlocutor. La certidumbre de que el sábado, en una confitería del Once, oiríamos a Macedonio explicar qué ausencia o qué ilusión es el yo, bastaba para justificar la semana”.

“Macedonio no quería publicar, no tenía ningún interés en publicar, y no pensó en lectores tampoco. Él escribía para ayudarse a pensar, vivía pensando, se asombraba de las cosas y quería explicárselas. Y le daba tan poca importancia a sus manuscritos, que se mudaba de una pensión a otra, y eran siempre pensiones, o del barrio de los Tribunales o del barrio del Once, donde había nacido y abandonaba allí sus escritos. Entonces, nosotros lo recriminábamos por eso, porque él se escapaba de una pensión y dejaba un alto de manuscritos, y eso se perdía. Nosotros le decíamos: pero Macedonio ¿por qué hacés eso? Y él con sincero asombro nos respondía: ¿pero ustedes creen que yo puedo pensar algo nuevo? Ustedes tienen que saber que siempre estoy pensando en las mismas cosas, yo no pierdo nada. Volveré a pensar en tal pensión del Once lo que pensé en otra antes. Pensaré en la calle Jujuy lo que pensaba en la calle Misiones”.

De todas sus obras, tan sólo llegó a publicar una, No toda es vigilia la de los ojos abiertos, a instancias de Raúl Scalabrini Ortiz y Leopoldo Marechal. El resto de su producción literaria se editó con posterioridad a su muerte ocurrida en 1952, gracias al interés de sus amigos. Algunas de sus obras más destacadas son Papeles de Reciénvenido, Una novela que comienza, Continuación de la nada, Poemas y Museo de la Novela de la Eterna.

Durante 1891 y 1892 publicó en diversos periódicos una serie de páginas costumbristas incluidas más tarde en el primer volumen de sus Obras Completas. También publicó en La Montaña, diario socialista dirigido por Leopoldo Lugones y José Ingenieros. Entre 1922 y 1925 dirigió junto a Borges la segunda época de la revista Proa.
Norberto Alonso


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