Editorial | Presidenciales de 2015

El proyecto de Macri

El aluvión de votos cristinistas no eclipsó la ilusión de Mauricio Macri de llegar algún día a la Presidencia dela Nación. Confiadoen que no deberá confrontar con ella en el 2015, comenzó a trabajar en lo que más lo atrae: su campaña presidencial. Buenos Aires, 7 de noviembre de 2011. Lo primero será retomar el control de Boca, el club de sus amores, que tanta proyección nacional le ha brindado. Lo hará por medio de uno sus hombres de confianza, Daniel “Tano” Angelici.

“Recuperar la gloria del Boca ganador”, es el lema de su campaña que remite a los éxitos alcanzados por los xeneizes en la etapa que Macri condujo la institución y tenía algunos otros negocios en el fútbol. El 4 de diciembre, unos días antes de que se produzca el recambio gubernamental, la elección de Boca le brindará una buena oportunidad para ser noticia.

El triunfo del primo Jorge en la vecina Vicente López, le permitirá al macrismo, junto al popular Miguel del Sel en Santa Fe, empezar a mostrarse como una fuerza nacional, a pesar de no haber competido en las últimas elecciones presidenciales, precisamente por carecer de presencias sólidas en la casi totalidad del país.

El dato incomoda pero no es obstáculo. La implosión del duhaldismo y la extensa crisis abierta en el radicalismo, alientan a quienes calculan poder recolectar apoyos aquí y allá para la nueva estrella de la derecha vernácula. Claro que la empresa tiene sus dificultades. La primera es recuperar la alianza con el bonaerense Francisco de Narváez.

Los desacuerdos por la composición de las listas y, en el fondo, por quién conducía el espacio común, precipitaron la ruptura de la sociedad que habían forjado años atrás. Pero de los dos, el que resguardó mejor su capital político ha sido Macri. En cambio el colombiano fracasó en la estrategia de aliarse al radicalismo y no le fue mejor cuando trató de asociarse con Rodríguez Saá.

Pese a esos tropiezos, sigue contando con un caudal considerable de votos en la provincia que más aporta al total nacional. De modo que seguramente será tentado de volver al esquema macrista, pero subordinado a los planes del ingeniero.

En el caso de los radicales, la cuestión es más compleja. La estrategia derrotada ha sido la que alejó al partido de su perfil socialdemócrata, tradicional desde los tiempos de Alfonsín. Resultó paradojal que fuera el hijo del ex presidente el que abandonase las alianzas tejidas por tanto tiempo con el Partido Socialista y se arrojara en brazos del neo menemista de Narváez.

No fue una decisión personal, sino del núcleo actual de conducción de esa fuerza, en el que priman sectores conservadores y algunos remanentes del procesismo. Precisamente en esas orillas tratan de pescar los operadores macristas. Si tienen éxito será porque el radicalismo transitará un nuevo capítulo de fractura y recomposición, algo que no puede descartarse con los resultados nacionales obtenidos el 23 de octubre pasado.

La ausencia de un liderazgo emergente en las filas radicales y la lenta pero persistente pérdida de espacios institucionales, tanto en los cuerpos legislativos, como en los ejecutivos provinciales y municipales, hablan de una fuerza en retroceso. Pero los radicales tienen cultura partidaria y han sobrellevado más de una escisión sin perder la expectativa de recuperar aunque sea parte de su estatura histórica. Sin ir más lejos, tanto Margarita Stolbizer como Elisa Carrió provienen desde no hace mucho de esas filas.

Para el macrismo no sería novedad incluir a los radicales en su coalición política. De hecho, así gobiernan en la Capital. Gran parte del personal político y de los votos porteños del macrismo son heredados del delarruismo. La ventaja de una operación de esa naturaleza sería la rápida implantación nacional. El costo, la ardua lidia articuladora que debería afrontar Macri, más acostumbrado a trazar directivas en reuniones cortas y ejecutivas, que a sumirse en las extensas negociaciones internas que forman parte del ADN radical.

También habrá que ver cómo se desarrolla el debate interno de la UCR para saber si se consolida un curso de cohabitación con el macrismo o reverdecen las apuestas por recrear con el socialismo un espacio progresista. Si Binner tiene estatura de dirigente nacional, se comprobará en su capacidad para sumar a los radicales, sin perder a sus propios adherentes.

Más allá de la UCR le quedan a Macri como potenciales aliados los restos de la flotilla duhaldista. El problema para ellos es que ya no suman mucho. Rodríguez Saá es un capítulo aparte, ya que difícilmente se sienta atraído por los sueños macristas.

Lic. Gerardo Codina

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