Editorial | Editorial

Todo no se puede

A medida que corre el tiempo, a Macri se le achica la cancha. Limitado por la Constitución local, no podrá aspirar a una nueva reelección como Jefe de Gobierno en el 2015. ¿Qué alternativa tiene? Convertirse en la gran figura de la oposición nacional y alcanzar la difícil meta de conformar una nueva mayoría en el país, que lo corone presidente de la República. Buenos Aires, 11 de junio de 2012. Sus mejores empeños están puestos allí. Cree que en la confrontación y la diferenciación permanente con el gobierno nacional está la llave que le permitirá multiplicar sus fuerzas. En el camino, el macrismo muestra todo lo que lo emparenta con el menemismo, incluida su creencia proverbial en la potencialidad de las picardías políticas para sacar ventaja. Claro que picardías no son astucia y que no alcanza con querer ser pícaro para tener éxito.

Así las cosas, enredado en sus afanes, pierde de vista que, más allá del acuerdo o la desaprobación que merezca el gobierno nacional y cada una de sus acciones, una amplia generalidad de los argentinos acuerda con los rumbos básicos adoptados y que ese consenso tiene pocas posibilidades de alterarse en los próximos años.

Un ejemplo ha sido el debate sobre la nacionalización de la mayoría accionaria de YPF. Macri fue el vocero de una posición minoritaria y complaciente con los grandes grupos económicos que detentan el poder fáctico en Argentina. Poder que cualquier fuerza política de origen popular intentará limitar y condicionar, de un modo u otro, sustentada en la autoridad democrática que surge de la vigencia de las instituciones republicanas.

Al revés de lo que actuó Macri, quien quiera suceder al kirchnerismo en 2015 tendrá que tener en cuenta dónde están paradas las mayorías populares en este momento. Por eso, cualquier cosa no vale.

Pero volvamos a las picardías, que a algunos les salen mal y cuando se descubren, fácilmente se vuelven en su contra, por mucho que se alegue inocencia o malas intenciones de quienes investigan o juzgan. Son los casos, en orden decreciente de gravedad institucional, de las escuchas ilegales, de las falsas encuestas que buscaron influir en el voto y de las denuncias de supuestos ataques.

Aunque desde la tribuna oficial porteña se insista con la idea de presentar todo como una conjura kirchnerista, lo cierto es que avanza en sede judicial el develamiento de una trama criminal orientada a espiar, usando recursos del estado, a personas que podrían generar complicaciones a funcionarios de la administración macrista. Es el caso de Sergio Burstein, ex esposo de una mujer que murió en el atentado a la mutual AMIA, cuyo teléfono fue intervenido ilegalmente justo cuando el juez Ariel Lijo estaba decidiendo si procesaba o no a Jorge Palacios, entonces jefe de la Metropolitana designado por Macri, por las irregularidades en la investigación de la AMIA que estuvo a su cargo.

Más allá de las lógicas trabas que interpongan, Durán Barba, principal asesor político de Macri, y sus asociados, al avance de la investigación sobre el intento de manipulación del voto en las últimas elecciones nacionales, el caso progresa. Como se sabe, están acusados de haber preguntado a los porteños en una encuesta telefónica, realizada durante la última campaña electoral, si sabían que el padre de Filmus había trabajado para la Fundación de las Madres de Plaza de Mayo. Se trataba de una información falsa, en medio del escándalo Schoklender.

Las computadoras secuestradas en las oficinas desde donde se realizaron las llamadas fueron analizadas por el Departamento de Contrainteligencia de la SIDE, que entregó al juzgado interviniente evidencias contra los acusados.
Para cerrar este apretado recuento, el Jefe de Gabinete Rodríguez Larreta fue desmentido por los adherentes del Club Comunicaciones. No fue víctima de una agresión realizada por militantes kirchneristas, como dijo, sino de un escrache de los simpatizantes del club, defraudados por una gestión que abandonó la institución a su suerte.

Mentir, espiar, manipular y pretender esconder la mano que arrojó la piedra, no son recursos extraños, pero la mayoría no los usa porque teme a las consecuencias. No se imagina impune. Macri y su gente parece que sí. Será la ilusión que le viene de haber nacido en una de las familias más poderosas del país. Pero todo no se puede. Ni todo se compra.

Lic. Gerardo Codina

Compartir nota en las redes sociales Enviar Imprimir

Dejanos tu comentario