Comunales | Familia en calle atacada

Viviendo en peligro

Dos semanas después de haber sido brutalmente agredidos en una madrugada, la familia a la que le incendiaron la casa rodante en la que dormían, se repone gracias a la solidaridad de los vecinos y pese a la indiferencia oficial. Dialogamos con Alberto, quien salvó a sus ocho hijos de morir quemados y sobrelleva las duras de condiciones de estar en la calle desde hace tres años, trabajando en lo que puede y sosteniendo la escolaridad de los chicos. Una historia que se cobija en una vereda de 24 de noviembre, entre Garay y Pavón, en San Cristóbal.
Buenos Aires, 5 de noviembre de 2019. Primero le preguntamos si se acercó alguien del gobierno a ayudarlos después del incendio intencional. "No, no. Esos son los que menos vienen. Si vienen, vienen a figurar solamente, a ofrecerme 5 mil pesos para alquilar, y ponen pretextos porque para alquilar tenés que poner un mes y un mes de depósito y ellos no pueden darlo. O sea, ellos vienen ¡a nada! No vienen a traer una solución concreta. La solución nuestra es tener una casa, tan sencillo como eso. No es tanta la ciencia…" Alberto tiene "esperanza de salir, pero por nuestros propios medios" de la situación de calle. "Porque los otros, los que tiene que estar, no están", asegura.

La casa rodante destruida por el fuego en la madrugada del sábado 19 de octubre fue precariamente recompuesta por Alberto y su familia, con materiales donados por los vecinos, pero lo perdido es enorme para ellos. "La teníamos vendida en 150 mil e íbamos a comprar una motorhome 1112 Mercedes Benz. Ya lo teníamos negociado", se lamenta Alberto, que soñaba con un mejor lugar para que duerman sus hijos. "Porque era un bien para ellos, para mis hijos. Para mí no. Yo duermo en cualquier lado. Era para ellos, para los más chiquitos. No se merecen vivir una situación así, en un país tan rico como éste, con tantos recursos…" 

"Y no soy el único que está en esta situación", agrega. "Con esto me quedo, más o menos, no tranquilo, pero… Sé que hay muchos que están en la misma situación, más allá de tener su casa. Están al día. Porque es cuestión de pagar, pagar, pagar y no tener para poder comer lo que uno quiere. No te alcanza para remedios, para viajar… Si no la gente no se quejaría, no iría a la 9 de Julio, no haría ollas populares, huelga de hambre y todo lo que hay. El país está para atrás para todos", reflexiona.

Más allá de las dificultades del presente, valora la solidaridad que reciben. "Los vecinos siempre están. Desde el día cero que estamos acá en la vereda, siempre están los vecinos. Te dicen tomá para los chicos, tomá para la SUBE, o mirá, te compré un poquito de carne, te compré papa, te compré salsa… Y eso a nosotros…, como decirlo, nos llena de alegría. A mí como padre, porque yo no lo puedo comprar. Cuatrocientos o trescientos pesos el kilo de carne, yo no lo puedo comprar. Si lo compro, dejo de comprar otra cosa."

En medio de todas las dificultades se las ingenian para sostener la escolaridad de sus hijos. Siempre haciendo eje en una escuela del barrio, la 15, de Matheu y México, donde hizo la primaria el mayor, que hoy tiene 20 años. Para completar los estudios secundarios, un docente se acerca a la familia, dice Alberto. "Hay un profesor que viene a darnos clase particular a nosotros, a los chicos, de la secundaria", que también les estuvo dando una mano en la precaria reconstrucción de la casilla.

Alberto no tiene novedades de la investigación del ataque que está en manos de la Fiscalía Contravencional Nº11 a cargo de Federico Tropea. Ni de la denuncia del día anterior. "Primero el viernes, fue un altercado. Me amenazaron de muerte, me tiraron la camioneta encima, con armas. Nos dijeron que nos iban a prender fuego, que nos iban a matar. Y nadie hizo nada." "Y el sábado fui a hacer la denuncia de que ya nos habían prendido fuego. De casualidad estoy hablando con usted y, ¿sabe por qué? Porque creo en Dios. Nosotros que estamos acá creemos en Dios. Porque 30 segundos y no la cuenta nadie. Nueve personas que éramos ese día, íbamos a ser fiambre; bolsa y a la basura. Nadie hace nada. La ley no hace nada", se queja Alberto que carece hasta de una elemental custodia policial, lo que lo obliga a hacer guardias nocturnas para prevenir nuevos ataques.

"Yo hablé en la comisaría con el ayudante del fiscal. Por favor, les dije que hagan la denuncia. Y nada. Son de acá a la vuelta, de Garay. Tengo testigos, están las dos cámaras, tengo las dos denuncias, no sé qué hace falta", se pregunta. Muestra los nombres de las personas que él cree fueron los atacantes y la patente de la camioneta con la que lo agredieron el día anterior al incendio. 

Sospecha que la inquina con ellos se origina en que han impedido hurtos de celulares en el barrio, de los que son víctimas los vecinos. "Son gente que roba por acá. Que cuando los vecinos van a trabajar y vuelven, están hablando por teléfono, vienen y te desaparece el celular porque te lo manotean. Son esta gente, ¿vio? Son varios. Andan en moto. Los deben conocer porque están todos en la Plaza Martín Fierro. La policía sabe, pero no…".

El diario Infobae publicó el día 21 una nota con la firma de Eduardo Anguita. "En las actuaciones de la ex Comisaría Nº 20 quedó registrado que ‘uno de sus hijos (de Alberto) tuvo un altercado en la Plaza Martín Fierro’. ‘Una vecina relató que los chicos de Alberto no iban más a la Martín Fierro porque alguna vez habían ayudado a evitar el robo de celulares en la cuadra y a partir de eso se la tenían jurada’". Puntualizaba el diario que "Por las tardes, en los horarios de salida, los jóvenes enfrentados con la familia de Alberto varias veces robaron teléfonos o abrieron autos que quedan en doble fila".

Vivir a la intemperie y a merced de los violentos, es muy duro. Por eso, Alberto se lamenta. "Me dejaron en la ruina. Teníamos de todo. Celulares, mochilas, ropa. En la calle, pero teníamos de todo nosotros. Y ahora estamos en la ruina".


     Lic. Gerardo Codina


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