Porte帽as | El club de barrio

Lugar de encuentro

En la Ciudad de Buenos Aires, hay cerca de 500 clubes de barrio, que representan un modelo 煤nico en el mundo. En tiempos de dificultades econ贸micas, estas instituciones logran ser un anclaje social dif铆cil de igualar. Pero las huellas de la crisis econ贸mica se perciben, y muchos de ellos hacen "malabares" para poder subsistir afrontando los alt铆simos costos sin expulsar socios. Por Mateo Lazcano, para la Cooperativa de Editores EBC
Buenos Aires, 8 de octubre de 2019. En la pel铆cula "Luna de Avellaneda", un grupo de socios de un club de barrio lucha para poder evitar que el mismo cierre, acci贸n que a la vez es impulsada por otro sector de los asociados como forma de acabar con el agobio financiero. En la actualidad, para 2.500 instituciones de todo el pa铆s, ese episodio de la ficci贸n puede volverse realidad, mostrando una visible huella del paso de la crisis econ贸mica que vive hace meses Argentina.

En el camino para evitarlo, directivos y socios hacen "malabares", y apelan a todo tipo de ingenio y decisiones dr谩sticas. El incremento de un 200% en las tarifas de servicios, y la merma del 60 % en el pago de la cuota confluyen para te帽ir de gris el escenario de estas instituciones deportivas, que a la vez se esfuerzan por mantener vivo el fin social que tienen.

"Todos los sectores han sufrido la reducci贸n de sus ingresos por la crisis y a los clubes de barrio nos impact贸 a煤n m谩s", describe Germ谩n Palladino, presidente de la Uni贸n de Clubes de Barrio de la Ciudad de Buenos Aires. "Desde las tarifas hasta el costo de las pelotas, las redes, los arcos, la pintura para el sal贸n y la cancha, todo experiment贸 un alza en el precio", narra. 

Sin embargo, fue la disparada de los servicios p煤blicos lo que dej贸 tambaleando a este sector. "Hay m谩s de un 40 % de clubes que tuvieron que cerrar sus actividades de mayor resonancia como las piletas, o abrir sus puertas s贸lo cuando hay luz natural", explica Juan Bruera, secretario general del Observatorio de Clubes de Barrio. Por caso, el "Franja de Oro" de Nueva Pompeya est谩 abonando 220.000 pesos de gas, solamente por el uso del natatorio.

"Es imposible trasladar este costo a los socios", se sincera Bruera, y explica la forma en la que las instituciones tratan de hacerle frente al impedimento de subir las cuotas sociales que est谩n, en promedio, en un valor de 100 pesos. "Los dirigentes nos dimos cuenta que tenemos que estar unidos, y en base a eso establecimos una serie de pedidos, para poder simplificar cuestiones impositivas y obtener un subsidio o tarifa social que alivie el panorama", dice.

Por su parte, el impacto tambi茅n se percibe desde el otro lado. "Las familias, cuando hacen las cuentas a fin de mes, lo primero que recortan son las recreaciones. En ese momento, uno como responsable social busca contener esa situaci贸n y hacer entrar a los pibes igual", cuenta por su parte Palladino, quien describe que "todas las actividades como rifas que se hacen, son s贸lo para pagar las tarifas". "Vamos en contra de las leyes de la econom铆a para poder subsistir. Tenemos costos m谩s altos pero debemos bajar la cuota para evitar perder a los socios".

All铆, es donde entra a tallar la funci贸n social de los clubes. "El club de barrio es un lugar de encuentro, donde se genera una relaci贸n, una amistad, un compa帽erismo y una equidad", describe Palladino. "Ac谩 se generan valores de vida, y se saca a los pibes de caminos malos", agrega el directivo. 

"La solidaridad que se impregna en los clubes vence a la cultura del individualismo meritocr谩tico que rige hoy en d铆a", define Bruera. Con esta visi贸n coincide Roxana Rey, madre de tres adolescentes que practican b谩squet en el Sunderland de Villa Urquiza. "Elegimos enviarlas all铆 porque este modelo las forma desde lo social. En el club tienen compa帽eras con una realidad parecida, con las que disfrutan y aprenden", explica.

Mario Lapour, por su parte, agrega otro elemento central en los clubes de barrio. "Se forma una comunidad de profesores, padres, directivos y chicos. Ac谩 vos ten茅s a alg煤n padre que limpia la cancha, otro que vende tortas, otro que va a buscar a los chicos cuando van de visitante, y eso genera una red de solidaridad que a la vez es desinteresada, con el 煤nico fin de hacer posible la actividad", indica este padre de un jugador de infantiles en Kimberley de Villa Devoto. 

No obstante, la estrechez econ贸mica impacta en la vida organizativa de los clubes. "Anteriormente, entre todos los padres pag谩bamos un micro para ir juntos a donde las chicas jugaban de visitante. Las familias compart铆amos el viaje y a la vez se nos abarataba el traslado", rememora Rey. Sin embargo, cuando lleg贸 la crisis, "ya no fue posible pagar el micro". Ahora, explica la mujer, "cada padre debe arreglar en forma individual, y tal vez nos tenemos que perder algunos partidos鈥. 

En la ciudad hay cerca de 500 clubes de barrio en actividad. Tiempo atr谩s, la secretar铆a de Deportes de la Ciudad conform贸 un Registro, a trav茅s del cual pueden gestionar subsidios, beneficios o tarifas sociales. Luego de meses de desencuentros, recientemente el organismo aprob贸 un pago extraordinario de 50.000 pesos a cada instituci贸n para poder afrontar la crisis, que ser谩 destinado a las tarifas. 

"El modelo de clubes de barrio manejado por sus socios de Argentina es 煤nico en el mundo. Vos vas a otro pa铆s y el deporte proviene de las escuelas o las universidades. Ac谩 tenemos este formato hace cien a帽os, que brinda adem谩s una inyecci贸n de dinero a la econom铆a local", menciona Bruera. 

"En el club, la deportista es feliz", sostiene una parte del di谩logo entre los personajes de "Luna de Avellaneda". Un privilegio dif铆cil de conseguir en 茅pocas de crisis, que tal vez pueda ser replicado por cada padre sobre su hijo o hija que practica deporte en clubes de barrio y por el que, aseguran muchos, vale la pena luchar. 


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