Editorial | ¿Yo, señor? ¡No, señor!

Seguro que fue Larreta

Ya se sabe para qué volvimos al mundo. A pedir plata y a hacer papelones. De la deuda que terminarán de pagar nuestros bisnietos con suerte, mejor ni hablar. Lo segundo quedó claro con el Boca-River que no se pudo jugar. El bochorno que significó el desborde del operativo de seguridad a cargo de los ministerios de Inseguridad de Nación y porteño, quedó grabado en millones de personas en todo el mundo. Al final, resultó más fácil la seguridad de la Cumbre que la del River-Boca.
Buenos Aires, 4 de diciembre de 2018. Hay pocos deportes más globalizados que el fútbol. Después de los Juegos Olímpicos, es el Mundial de Fútbol el evento deportivo que más espectadores atrae de todo el mundo. Prácticamente universal, es el deporte que más se juega. Barato, al alcance de los niños desde pequeños, sus ídolos son conocidos por millones en todas partes, como nuestros Maradona y Messi, por caso. Los grandes clubes no son excepción. La camiseta del equipo hace a la identidad de muchos y se defiende con pasión, como a lo más querido. Hay turistas extranjeros que vienen a nuestra ciudad y no se pierden una visita a la mítica Bombonera o al Monumental. 

Un Boca-River en la final de la Copa Libertadores era una extraordinaria ocasión para mostrar el país. Y salió mal. Encima, cuando estamos en el foco de todos los medios, a pocos días de que Buenos Aires reciba a los máximos dirigentes de las principales naciones del mundo. Con ese compromiso por delante, Macri no podía pedirle la renuncia a Patricia Bullrich y dejar en el aire la Cumbre del G20, además de que ella representa mucho de su alianza estratégica con la ultra derecha norteamericana e israelí. Tampoco podía hablar de la pesada herencia. 

¿Cuál fue la salida? Responsabilizar a Larreta, como si Nación no hubiese tenido nada que ver. El fusible que saltó fue un hombre que hace tiempo era radical, pero en los últimos años abrazó con fervor la causa del PRO, desde que participó en la campaña de Angelici para la presidencia de Boca y de quien fue su abogado. Así Martín Ocampo ingresó al macrismo, que ha hecho del club de la Ribera una de sus canteras. 

Más allá de quién sea culpado, los platos rotos los pagamos todos los argentinos. Aunque Macri se lave las manos. Aunque se haga el distraído y olvide que una mañana anunció, para sorpresa de todos, que creía que se podía jugar con las dos hinchadas en la cancha. También que sobró al técnico de River, llamándolo “culón” en la previa. O que su ministra de Seguridad había dicho con desparpajo respecto de resguardar la final: "Vamos a tener el G-20, así que imagínese que lo de Boca y River parece algo bastante menor". 

Unos pocos inadaptados y facinerosos, que se mueven en la mugre que esconden entre bambalinas todos los clubes, arruinaron una fiesta mayor del deporte más querido. Y no hubo seguridad para resguardar a los hinchas, a los jugadores y a los vecinos. Miles de policías, prefectos, gendarmes en la calle y sin embargo, 300 energúmenos atropellaron todo y escupieron el asado.  

Al fracaso económico de esta dirigencia se le suma ahora este otro. Dijeron que venían a resolver el problema de la seguridad, crearon la Policía de la Ciudad, multiplicaron los efectivos de las fuerzas federales y lo único que lograron es que se mate algún malviviente por la espalda y reprimir protestas populares. Porque el delito sigue en alza. Y tampoco supieron contener incidentes como los vividos, ante los ojos de todo el mundo, en una final difícil de olvidar.   

                                  Lic. Gerardo Codina


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