Historias de nuestra comuna | Los Hermanos Pasionistas

Ciento treinta y un años en San Cristóbal

El 12 de septiembre de 1881 el sacerdote Stone compró el terreno ubicado en la “manzana de la caridad”, entre las calles Caridad (actual General Urquiza), Estados Unidos, 24 de Noviembre y Carlos Calvo para la comunidad de los Hermanos Pasionistas. Con el tiempo, allí se erigió la Parroquia de la Santa Cruz. La manzana alberga hoy la Iglesia, el Servicio Social, el local de Alcohólicos Anónimos, el Colegio y la Casa de Nazareth. Buenos Aires, 10 de setiembre de 2012. Las misiones populares fueron siempre la principal tarea de los religiosos pasionistas. Inspirados por la propuesta de Pablo de la Cruz, fundador de la Congregación, que afirmaba que “el remedio de todos los males es hacer memoria de la pasión de Jesús“, las acciones pastorales de religiosos y laicos siempre estuvieron orientadas hacia los más empobrecidos, los crucificados de todos los tiempos.

En un principio los misioneros pasionistas sólo sirvieron a la comunidad irlandesa. De hecho, hasta el Concilio Vaticano II, las misas en la Santa Cruz se daban en inglés. Luego del Concilio, en los ’60, la congregación abrazó la teología de la liberación.

La historia de los pasionistas en Argentina está marcada por figuras como el Provincial Mateo Perdía, que en los ’70 puso a la congregación en sintonía con el Concilio Vaticano II, vislumbrando la iglesia de los pobres; Bernardo Hughes, párroco de la Santa Cruz entre 1967 y 1976; Carlos O’Leavy, entonces rector del Colegio, que advirtió a los padres cuál era la línea pasionista respecto de la defensa de los derechos humanos, para que los que no estuviesen de acuerdo buscasen matrícula en otra escuela para sus hijos; Jorge Stanfield, Carlos Delaney y el padre Richards.

En la iglesia de la Santa Cruz nacieron la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) y el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH).

Allí los hermanos pasionistas pusieron a disposición de un grupo de Madres de Plaza de Mayo y de familiares de desaparecidos una sala contigua a la iglesia para que pudieran realizar sus reuniones semanales. Allí se encontraban trabajando los familiares en 1977 para ultimar detalles de una solicitada que aparecería en La Nación para Navidad, pidiendo por la aparición de un interminable listado de los 30.000. Hasta allí llegó como infiltrado el marino genocida Alfredo Astiz. Y fue quien señaló una a una a las doce personas que la Marina se llevó el 8 de diciembre de 1977 en la misa de la tarde, entre ellas dos Madres de Plaza de Mayo, Esther Ballestrino de Careaga y María Ponce de Bianco, y la monja francesa, Alice Domon. Dos días después secuestraron a Azucena Villaflor de De Vincenti, la fundadora de Madres de Plaza de Mayo, y a la religiosa Leonie Duquet. Todas fueron llevadas a la ESMA y luego arrojadas vivas al mar, que las devolvió a las playas de Santa Teresita. Permanecieron 28 años enterradas como NN en el Cementerio de General Lavalle, hasta que en julio de 2005 el Equipo de Antropología Forense logró reconocer restos encontrados en el cementerio. En el predio de la Iglesia descansan hoy Esther, María, Leonie y Angela Auad.

La parroquia mantuvo siempre su compromiso con los problemas sociales En los últimos tiempos sus equipos estuvieron firmes junto a los obreros de Brukman, los trabajadores del Hospital Francés y la Multisectorial de San Cristóbal.

Su párroco actual, Carlos Saracini, declaró en la revista parroquial: “Nosotros no creemos en la teoría de los dos demonios, respaldamos una memoria viva. Hay memorias que olvidan. No queremos entrar en ese juego. Por eso intentamos estar donde hay que estar, con los conflictos barriales, la lucha de los trabajadores, el trabajo con los pobres, ollas solidarias, emprendimientos. Estamos en contra de que no se distribuya la riqueza. Eso fue ayer y sigue siendo hoy”.

Hermanos Pasionistas en la Parroquia de la Santa Cruz, un lugar de compromiso y de memoria sembrada.
Norberto Alonso

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