Editorial | Científicos y Universitarios Autoconvocados

Construyendo futuro

El 1° de setiembre la Plaza Miserere cobijó una de las manifestaciones preparatorias de la gran Marcha Federal que se realizó al día siguiente. Fueron los Científicos y Universitarios Autoconvocados los que se dieron cita allí, para hacer oír su preocupación por el cambio de rumbo impuesto por la nueva administración nacional en materia de desarrollo científico técnico y educación superior. Buenos Aires, 7 de setiembre de 2016. El lugar elegido podría sorprender, pues no se asocia fácilmente con el trabajo intelectual más sofisticado. Espacio por el que transitan decenas de miles de trabajadores cada día, lugar emblemático de las primeras luchas sindicales, los Corrales de Miserere también fueron, en su tiempo, un estratégico campo de batalla durante las invasiones inglesas, que preludiaron nuestra Independencia.

Aunque en un lugar cercano, en Viamonte 2790, vivió gran parte de su vida Bernardo Houssay, primer Premio Nobel en Ciencias argentino y latinoamericano, también promotor y primer presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), la idea de exponer los problemas del sistema científico nacional y sus trabajadores allí, fue salir al encuentro de los demás trabajadores, cuyo futuro igualmente depende en gran medida de lo que suceda en el terreno de la investigación y el desarrollo tecnológico nacional.

Subordinación mutua reforzada en tiempos de acelerados cambios en el mundo del trabajo por la continua innovación en productos, materiales y procesos, que demanda un permanente aprendizaje, y que también genera nuevas oportunidades para el crecimiento y el desarrollo productivo. Una estrategia de baja densidad nacional o fallida, puede condenar por un largo período al atraso, en tanto que refuerza la condición periférica y dependiente de nuestro país.

No es lo mismo tener industria que no tenerla. No es tampoco lo mismo tener desarrollos tecnológicos propios que no tenerlos. El viejo cuento de la Argentina granero del mundo y de las ventajas comparativas de nuestras pampas para la producción de alimentos se sostiene en la creencia de que siempre será así. Una noción falsa que no comprende los tiempos en los que nos toca vivir y las enormes transformaciones que han ocurrido en apenas treinta años.

Para muestra, un botón. El potencial productivo pampeano se evidenció por la multiplicación natural del rodeo vacuno. Libradas a su propia suerte, las vacas se convirtieron en el recurso casi inagotable de la riqueza nacional. Cuero, sebo y tasajo fueron los pilares de un intercambio que permitía comprar todos los desarrollos del mundo avanzado.

Pero eso fue hace un más de un siglo. Hoy nuestro país ni siquiera es el principal exportador de carne de América del Sur. Ese cambio fue debido en parte a malas políticas de las últimas décadas. Pero en mayor medida por la incorporación de nuevas razas ganaderas a la producción, generadas por investigadores especializados, que permitieron ampliar la producción ganadera hacia regiones tropicales y subtropicales. Resultado: hoy Brasil es mucho más grande que nuestro país en ese terreno.

Otro ejemplo. Cuarenta años atrás la soja era un cultivo exótico, de origen chino. Fue la investigación científica (esencialmente, no argentina) la que posibilitó que en un par de décadas se convirtiera en el principal cultivo nacional, con todas las consecuencias que eso tiene.

En este mundo, sin ciencia propia no hay futuro ni trabajo para todos. Los cimientos de esa oportunidad están en la universidad, pública y gratuita, de donde surgieron Houssay, Leloir y Milstein.


Lic. Gerardo Codina





Compartir nota en las redes sociales Enviar Imprimir

Dejanos tu comentario