Comunales | Diez años de la identificación de sus restos

Las Madres de la Santa Cruz

La Iglesia de la Santa Cruz recuerda cada 8 de diciembre el secuestro y desaparición en 1977 de once personas que allí se reunían en tiempos de la última dictadura cívico militar. Eran familiares de otros desaparecidos e integrantes de organizaciones defensoras de los derechos humanos. Desde hace diez años, los restos identificados de cinco de ellos descansan en el Solar de la Memoria, pequeño jardín lateral a la nave principal de la Iglesia. Buenos Aires, 12 de enero de 2016. La última celebración tuvo entre sus objetivos la conmemoración de la década de la identificación de los restos de algunas de las víctimas, la defensa de los juicios por delitos de lesa humanidad y “para que no haya retrocesos en la política de derechos humanos conquistada en estos años de lucha por Memoria, Verdad y Justicia”, afirmaron los organizadores.

Comenzó temprano en la tarde del martes 8 de diciembre, con los primeros shows de música popular y ritmos folklóricos que dieron vida al escenario ubicado en la esquina de la parroquia. Entonces, mientras la calle Estados Unidos se llenaba de espectadores, un grupo de vecinos, miembros de la comunidad parroquial y familiares de las víctimas, entre los que ya se cuentan sobrinos, nietos y bisnietos, realizaron un Siluetazo, intervención artística que es, desde 1983, sello de la lucha por los derechos humanos de las víctimas de la última dictadura cívico militar.

El bloque artístico, al que completaron muestras de fotos y pinturas relativas a los secuestros y las desapariciones de la Santa Cruz, fue clausurado por el folklorista Peteco Carabajal. Antes, su colega Bruno Arias dio paso a las palabras formales de los organizadores.

“Les devolvimos sus nombres y su presencia convirtió este lugar en el Solar de la Memoria”, resumieron dos mujeres desde el escenario en referencia a Esther Ballestrino de Careaga, Mary Ponce de Bianco y Azucena Villaflor, tres fundadoras de Madres de Plaza de Mayo; a la monja Leonie Duquet y a la militante Ángela Auad, cinco de las 12 personas secuestradas entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977.

La historia de los secuestros

A instancias del entonces párroco de la Iglesia de la Santa Cruz, Mateo Perdía, integrante de la Comunidad Pasionista, durante 1977 el grupo que se reunía en la iglesia de la calle Urquiza, se convirtió en uno de los frentes de resistencias más activos contra la dictadura.

El operativo fue resultado de la infiltración del entonces teniente de fragata Alfredo Astiz en el grupo de familiares de desaparecidos. El jueves 8 de diciembre de 1977 a las ocho y media de la noche un grupo de hombres vestidos de civil, que se identificaron como policías, interceptó a los familiares de desaparecidos que salían de la Iglesia de la Santa Cruz, donde habían estado ultimando los detalles y recolectando la plata para una solicitada que saldría en el diario La Nación dos días después.

Se llevaron a nueve personas: la religiosa francesa Alice Domon, Ángela Auad, María Esther Ballestrino de Careaga, Raquel Bullit, Eduardo Gabriel Horane, José Julio Fondevilla, Patricia Cristina Oviedo, María Eugenia Ponce de Bianco y Horacio Aníbal Elbert. Ese mismo día desapareció de su atelier Remo Carlos Berardo, quien también participaba de las reuniones de la Santa Cruz.

Dos días después, cuando iba a comprar el diario para ver la solicitada, fue secuestrada Villaflor. Al mediodía se produjo la detención de la compañera de Domon, Leonie Duquet.

Astiz fue la pieza central que permitió que los marinos concretaran el operativo que tenía como objetivo descomponer el incipiente movimiento de derechos humanos que se estaba organizando en el país en plena dictadura militar. El llamado Ángel Rubio, como se conocía a Astiz, se presentó ante las Madres de Plaza de Mayo con la identidad falsa de Gustavo Niño, supuesto hermano de desaparecido y comenzó a participar de las reuniones de los familiares. Así estuvo en condiciones de proporcionar los datos que guiaron a la patota de la ESMA hasta la Santa Cruz y terminó su tarea marcando a sus víctimas con un beso.

La recuperación de los restos

Alrededor del 20 de diciembre de 1977 comenzaron a aparecer cuerpos en la costa del Océano Atlántico, entre Santa Teresita y Mar del Tuyú, que fueron presurosamente enterrados como NN en el cementerio de General Lavalle, provincia de Buenos Aires. Los había devuelto el mar, adonde habían sido arrojadas vivos por sus represores y asesinos.

28 años más tarde de sus secuestros –entre julio y agosto de 2005– cinco de esos 12 cuerpos robados a la historia fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) como correspondientes a los restos de desaparecidas de la Santa Cruz.

El 24 de julio de 2005, en el pequeño jardín lateral de la Parroquia Santa Cruz, hoy Solar de la Memoria, fueron inhumados los restos de Esther Ballestrino de Carega y Mary Ponce de Bianco. Días más tarde, el 25 de septiembre, 27 años después de haber sido asesinada, los restos de la monja francesa Léonie Duquet fueron enterrados también allí, junto a los de la activista de derechos humanos Ángela Auad.

Descansan en la última tierra que ellas, las Madres recuperadas, pisaron en libertad. Tal como quedó expresado en el testimonio de sus familiares:

-Estas madres, incansables luchadoras que dieron sus vidas por sus hijos, no pudieron vencer a la muerte pero eran tan obstinadas que pudieron vencer al olvido. Y volvieron.

-Volvieron con el mar, como si hubieran querido dar cuenta, una vez más, de esa tenacidad que las caracterizó en vida. La presencia de sus restos da testimonio de que no se puede desaparecer lo evidente.

Santiago Pujol

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