Comunales | Voluntarios de la Parroquia de Balvanera

La noche de la caridad

“Todos los lunes, a eso de las ocho de la noche, voluntarios de la parroquia Nuestra Señora de Balvanera, donde los 19 de cada mes se celebra a San Expedito, salen a recorrer las calles y les dan un plato de comida caliente a las personas en situación de calle”, escribe Diego Jáureguis, integrante del grupo parroquial. A continuación, publicamos algunos párrafos de su crónica.
Buenos Aires, 14 de junio de 2022. Son las ocho menos veinte y en la cocina, ubicada en el patio de la iglesia, unas nueve personas trabajan en torno a dos grandes ollas. Se oyen algunos tramos de la misa al igual que un eco lejano que se disuelve en la noche, pero los cocineros están concentrados en su labor culinaria. En este sector de la iglesia los voluntarios se dedican     al aspecto solidario de la acción religiosa. Mientras los fieles oyen el sermón y reciben la Eucaristía, humea un guiso para quienes duermen a la intemperie.

La noche de la caridad, según una de las voluntarias más antiguas, debe haber empezado como hace unos quince años. En palabras de sus mismos protagonistas consiste en “llevarle buena comida a gente que no tiene casa, que no tiene nada, y duermen ahí en la plaza”.

Las tareas empiezan a eso de las cuatro de la tarde cuando llegan los colaboradores de la cocina. Como cada uno sabe el procedimiento empiezan a lavar verduras, a lavar y cortar el pollo, a disponer un poquito la cocina, los alimentos que se van a necesitar. También encienden las hornallas y ese horno que es como el de las pizzerías. Dos voluntarios revuelven el arroz con pollo para que no se pegue. Afuera, en una mesa colocada contra la pared exterior de la cocina, otros cuatro voluntarios pelan zanahorias y papas. Cortan las verduras en cuadraditos que otro va colocando dentro de bolsitas de plástico.

Para graficar el nivel de organización, Ruth, encargada de la cocina, asegura: “Yo llego entre cuatro y media y cinco. Y por lo general llego y es como seguir un guion”. Cada persona, en silencio, está concentrada en una tarea específica. No hay improvisación, ni apuro, ni sobreexigencia.  La mercadería para la cena caritativa llega mediante donaciones. Ruth explica que “el menú es relativamente fijo porque son los recursos que tenemos asignados para esta actividad”. Si hay garbanzos los incorporan al guiso. Pero como lo describe ella misma: “a veces no nos podemos adaptar a las recetas tradicionales, si no que nos tenemos que ajustar a los recursos que tenemos”.

Hambre y solidaridad

Cuando el guiso está a punto se vuelca dentro de tres recipientes térmicos donde se conserva caliente. Cada recipiente, cuyo contenido equivale a unas sesenta raciones, se coloca en un changuito de supermercado junto a un bidón con jugo, un gran termo con una bebida sabor a café (que es una mezcla de mate cocido, leche y caramelo), cuatro mangas con vasos, tazas, bandejas y cubiertos descartables; además de contar con dos bolsas: una con pan y otra con facturas.

Cerca de las ocho caen los voluntarios encargados de salir a buscar a la gente en situación de calle. Con este otro grupo llega una monja acompañada de unas hermanas de la congregación Hermanas de Don Orione. Como dice uno de los voluntarios de este segundo contingente: “nosotros venimos, agarramos las cosas y nos vamos, con todo listo”. Sin embargo, antes de partir, el padre Tomás reúne a todo el equipo en el patio y, formando un círculo, rezan un Padrenuestro y un Avemaría. Luego los voluntarios se dividen en tres grupos, cada uno con su changuito.

A cada grupo se le asigna un recorrido distinto. El grupo del que participa el párroco va por Bartolomé Mitre y pega la vuelta a Plaza Miserere. El segundo grupo, del que forman parte las hermanas de Don Orione, va hacia Plaza Congreso por avenida Rivadavia. El último grupo busca gente hasta llegar a Facultad de Medicina.

Una experiencia muy fuerte

Ruth, que hace seis años pertenece a la comunidad parroquial, está a cargo de la cocina. Se incorporó en el grupo al inicio de la pandemia. “Exactamente desde que se dio el decreto en marzo”, afirma. Sus primeras experiencias, sin embargo, fueron en la calle, en un momento en el que, según ella, “había mucha psicosis y riesgos reales”. 

El clima, en aquel entonces, era de mayor angustia e incertidumbre que ahora. “Fue una experiencia muy fuerte porque confluyeron varias cosas”, asegura. La ausencia de una vacuna, el aumento de los contagios y el desasosiego general repercutía en el plano personal de cada voluntario y, sobre todo, en la gente desamparada. Por eso Ruth califica esta experiencia como de “un aprendizaje tremendo”. Cuando mira en retrospectiva y evalúa lo acontecido sostiene: “eso de alguna manera hizo que me quede acá, que abrace esta causa”. Comenta, además: “nunca habíamos cocinado para tanta cantidad de personas”.

Participar de la noche de la caridad tiene además un objetivo social. Así lo ve Ruth cuando afirma: “por nuestra actividad nosotros visibilizamos más a la gente que está en     situación de vulnerabilidad”. La pandemia, que enfermó al planeta, viralizó la miseria y la pobreza. En los primeros meses de aislamiento, durante el 2020, se hizo notoria la situación que visibiliza una de las voluntarias: “lo que se veía mucho en la calle era gente que tras no poder pagar más el hotel donde estaban alojados terminaban en la calle con sus pertenencias. Y veías gente  con sus valijas, con el colchón en la calle y esperando un plato de comida”. 


Compartir nota en las redes sociales Enviar Imprimir

Dejanos tu comentario