Editorial | Cuando todos perdemos

Suma cero

En todo juego para ganar es necesario que el o los contrincantes pierdan. No es posible una cosa sin la otra. Simplemente, no pueden ganar todos los que compiten. Por algo le atribuyen a Napoleón Bonaparte la frase: “Cuando tu enemigo esté ejecutando un movimiento en falso, nunca lo interrumpas”. El genial estratega entendía que también en los errores del adversario afincaba la posibilidad de su victoria.
Buenos Aires, 10 de mayo de 2022. Por eso en Juntos por el Cambio celebran los tropiezos del peronismo como señales anticipatorias de su regreso al Ejecutivo nacional con las elecciones del año próximo. Y se multiplican los candidatos a sentarse en el sillón de Rivadavia. Tiempo atrás nuestro Jefe de Gobierno creía que sólo él llegaría en condiciones de postularse seriamente. Pero esa certeza rápidamente está quedando obsoleta. 

Larreta no tiene solo que prevalecer sobre Patricia Bullrich, sino que ahora se anotó el mismísimo Macri para ver si logra concretar su soñado “segundo tiempo”.  Esto, para hablar nada más que del PRO, sin contar los otros socios de la coalición, que también tienen sus expectativas. Y tampoco de  algunos foráneos como Milei, que se alimentan de los ultras liberales desencantados de Juntos por el Cambio y de los desencantados de la política, que vienen de todas partes.

Efectivamente el gobierno de Alberto Fernández no encuentra la salida a la trampa que ha generado la enorme concentración de la economía en pocas manos. El país crece a tasas inusuales, en un momento en el que la guerra en Europa deja fuera de los mercados a dos potencias agrícolas y todas las mieles derraman en el bolsillo de los más poderosos. El saldo es desolador para el reclamo de justicia social que originó al peronismo. La enorme inflación se come los aumentos de salarios y trastorna la vida cotidiana de millones, cada día un poco más desencantados con el gobierno nacional y su política económica.

Los llamados al diálogo no enderezan el accionar de los grandes empresarios con los anhelos del elenco gobernante. Por el contrario, su fracaso y la impotencia que evidencian, alientan el sueño húmedo de muchos poderosos, que es derrotar definitivamente al peronismo. Sacan cuentas simples. 

El kichnerismo no puede despegarse de un fracaso del albertismo, porque Alberto es Presidente sobre todo gracias a Cristina Fernández y su audaz alquimia política. Una posible derrota electoral a manos de un Macri recargado, calculan, sumiría al peronismo en una extendida y cruel interna que lo alejaría del poder, quizás en forma definitiva. 

Están dispuestos entonces a intentar una violenta reforma social regresiva de la sociedad argentina, en línea con los postulados más agresivos de los ultraliberales que se manifestaron por las calles de Buenos Aires subidos a tractores viejos y disfrazados de gauchos. No lo esconden. “Queremos nuestro país de vuelta. Por las buenas o por las malas”, escribieron los macristas promotores de la movida. Fue una exhibición desvergonzada de egoísmo que puede volverse en contra de sus promotores, si el Gobierno sabe ponerla de relieve.

Tanto extremismo verbal tiene su sentido. Tienen un rechazo visceral a la idea de compartir un poco de sus ganancias “inesperadas” para aliviar las carencias de los más necesitados. Y creen ilusamente que pueden condenar al hambre a millones, sin pagar en algún momento las consecuencias.  Un juego de suma cero para la paz social que se ha sostenido en el país gracias al trabajo incesante y silencioso de miles de organizaciones sociales respaldadas por el propio Estado. Reforzar la paz interior demanda hacer efectiva la solidaridad social. Esa es la tarea urgente del gobierno: hacer prevalecer el bien común. 

Lic. Gerardo Codina


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