Comunales | Una vida musical desde el patio de casa

Hasta luego, Vitillo

Ícono del folclore y vecino de Balvanera, Víctor Manuel Ábalos falleció el 19 de octubre, cerca de donde vivió sus últimos años. Hasta el fin de sus días, a los 97 años, estuvo abocado a la música en vivo. Integró el grupo Los Hermanos Ábalos, que influyó en varias generaciones de espectadores y músicos en todo el mundo.
Buenos Aires, 5 de noviembre de 2019. Vitillo vivió al compás de sus melodías y cantos hasta el último minuto. Se despidió de este mundo, a los 97 años, desde el escenario, al que llamaba el patio de su casa. A este célebre vecino de Balvanera, bombisto, bailarín santiagueño, se lo recordará como uno de los artistas folclóricos más importantes de la historia americana.

Vitillo, nacido el 30 de abril de 1922, era el menor de los Hermanos Ábalos, el grupo que lo llevó a la fama y la trascendencia. Con Machingo, Adolfo, Roberto y Machaco tomaron la escena musical por asalto a fuerza de talento y persistencia. Este medio lo entrevistó en junio de 2012. Nos recibió en su casa de Balvanera, cerca de la zona comercial de Once. Hablamos sobre su historia en medio de un living convertido en museo, a fuerza de distinciones, premios y regalos de colegas queridos. 

"De mis pagos", "Juntito al fogón", "Zamba de los yuyos", "Chackay Manta" fueron algunos de los temas célebres de los Hermanos Ábalos, que tuvieron una activa vida musical al editar decenas de discos y hacer innumerables presentaciones en vivo, hasta el deceso de Machaco y Roberto, a comienzos de este siglo. Al tiempo, Vitillo creó su propia productora musical, llamada Achalay, que significa "Qué lindo" o "Qué bueno" en quechua cuzqueño. Era un modismo de su tierra natal y con él hacía florecer en plena capital los ecos de su querencia. 

Los Hermanos Ábalos llegaron a suelo porteño a fines de los años 30. Se alojaron en una casa ubicada en Santiago del Estero y Belgrano. La Buenos Aires que nos contaba Vitillo tenía como eje de la vida social y cultural a la Avenida de Mayo, con la influencia del tango y el arte español. Su hermano Machingo se contactó con integrantes de la asociación de damas provincianas. El punto de encuentro fue un teatro ubicado en Marcelo T. de Alvear, entre Libertad y Cerrito. Lo llamaron Patio provinciano, en alusión a los encuentros en su tierra natal. Realizaron eventos de música, canto y danza. De a poco, despertaron la atención del público porteño.

En 1941 alquilaron en Santa Fe y Paraná el subsuelo de una confitería para hacer funciones de jueves a domingos. "Una noche cayeron los que filmaban La Guerra Gaucha (uno de los hitos del cine nacional argentino de mediados del siglo XX) y nos contactamos con ellos", contó Vitillo. Luego se sumaron al equipo de trabajo. Un año después, la figura de los Ábalos se hizo famosa al interpretar "Carnavalito Quebradeño" en la cinta dirigida por Lucas Demare, con guión de Homero Manzi (también santiagueño) y Ulyses Petit de Murat, en base a la homónima novela de Leopoldo Lugones.

Ante la repercusión, el grupo tomó coraje y fue a dar audiciones a la radio. La primera estación fue Belgrano, pero la cosa no anduvo bien. El desquite fue en radio El Mundo, aunque el panorama no mejoró: "Nos dijeron que les gustaba lo que hacíamos pero que no era comercial". La poca difusión y conocimiento de la música folclórica se hacían sentir.

No se desanimaron. Se presentaron en el escenario del Teatro Splendid de Santa Fe y Callao; hoy es la librería El Ateneo. En 1945 inauguraron la escuela de arte nativo de los Hermanos Ábalos en Santa Fe al 1700. "Había baile, piano, incluso venía mucha gente virtuosa para darle el gustito criollo", contaba. También destacaba que el emprendimiento tomó un aspecto de camaradería con sus estudiantes, "como si fuera un patio provinciano".

En 1952 se editó su primer álbum: Piano Danzas y Canciones Regionales Argentinas. Empezaron las giras interminables por el país y después se sumaron los vuelos internacionales: Nueva York, Uruguay, Brasil, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, México y Canadá. Más tarde llegaron a Grecia, Alemania, Francia, Italia, Portugal, España, India y Pakistán.

Así fue la vida de los Hermanos Ábalos durante largas décadas, donde impregnaron la cultura popular con sus cantos y ritmos. La vida de Vitillo en el siglo XXI no fue menos intensa. Al tiempo de entrevistarlo, en 2014 editó un disco doble, titulado El Disco de Oro, Folklore de 1940, grabado junto a Juanjo Domínguez, Jaime Torres, Liliana Herrero, Hilda Herrera, Peteco Carabajal y Facundo Saravia, entre otros colegas inspirados por la música de los Ábalos. 

También se presentó varias veces en Cosquín, el festival de folclore más importante del país y condujo un programa en Radio Nacional Folklórica (FM 98.7). En 2017, con 95 años, en el CCK (Leandro N. Alem y Sarmiento) el músico encabezó el espectáculo "El patio de Vitillo". Fue una serie de conciertos gratuitos a modo de homenaje a una vida llena de música, talento y raíces. 

En lo institucional, fue nombrado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de Lanús le otorgó el premio Trayectoria y recibió la Distinción de Honor por la Cámara de Diputados de la Nación. En 1985 recibió un premio Konex de Platino. 

Cuando lo visitamos en 2012, hablábamos de distinciones y reconocimientos. Para Vitillo, tras haber armado un repertorio folclórico y haberlo llevado por varios países, su satisfacción era saber que varias de sus obras "están en la memoria del pueblo". Contó una anécdota ocurrida "una vez de viaje en Cafayate": "Me crucé con un muchacho que estaba tocando el Carnavalito Quebradeño y me puse a silbar con él, le pregunté qué estaba cantando y me dijo que no sabía, que lo había aprendido con su abuelo". Esa sencillez convivía con la potencia de un artista que hasta último momento compartió su obra desde el rincón más augusto: el escenario, el patio de su casa.  

Juan Castro


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