Comunales | Patrimonio Histórico

Once monumental

En el corazón de Balvanera se ubica la Estación Once de Septiembre, declarada con otras el mes pasado Monumento Histórico Nacional, por su significación para la consolidación de una imagen urbana caracterizada por grandes estaciones terminales de ferrocarriles. A su alrededor se conformó uno de los principales centros comerciales del país y decenas de miles de personas la transitan a diario. Pero pocos conocen el tesoro arquitectónico que encierra.
Buenos Aires, 8 de junio de 2021. Cabecera de la línea de trenes que más pasajeros trasporta en el área metropolitana de Buenos Aires y a la vez primer ferrocarril argentino, es un punto de enlace con decenas de líneas de colectivos y tres de subterráneos, mediante las cuales se puede arribar a cualquier punto de la enorme urbe. Por eso, se afianzó como un centro comercial que se extiende por muchas cuadras a su alrededor. 

También en el pasado fue un punto de enlace comercial. En los Corrales de Miserere, escenario de uno de combates librados en 1807 durante la segunda invasión inglesa, se trasegaban las cargas que venían en grandes carretas tiradas por bueyes del interior por el camino del oeste, para que ingresaran a la ciudad a lomo de mulas, que no dañaban las calles de tierra del casco urbano. 

En la zona, tiempo después, se ubicaba un Mercado, cuyo nombre Once de Septiembre tomó la estación ferroviaria, al momento que se tendió el primer ferrocarril realizado en el país. Fue en 1853, cuando un conjunto de emprendedores de la clase alta porteña formó la Sociedad del Camino de Hierro de Buenos Aires al Oeste, cuya estación cabecera se ubicaba en la actual Plaza Lavalle (Estación Parque). Desde allí el tren transitaba por la actual calle Lavalle hasta girar hacia Corrientes por el actual Pasaje Discépolo y arribar a su siguiente parada, situada sobre la actual Mitre, entre Jean Jaurès y Ecuador. Se inauguró el 29 de agosto de 1857, uniendo con 10 kilómetros de vías las orillas de aquella Buenos Aires, con el entonces pueblo de San José de Flores.

Esta primera Estación Once de Septiembre era un sencillo edificio de madera construido en seco. Tenía una sola plataforma, y era una casilla con techo a dos aguas y ambientes divididos por tablas de madera verticales encastradas. También existían galpones destinados al acopio de maderas y otros productos.

La estación fue creciendo en importancia, y a medida que se construyeron varios ramales en sus inmediaciones, fueron comprándose terrenos aledaños para expandir el sector de cargas cada vez de mayor movimiento, y se instaló alrededor de 1872 la primera Escuela Técnica Ferroviaria.

El rápido aumento de la densidad habitacional de Buenos Aires como consecuencia de la fuerte inmigración de finales del siglo XIX hizo necesario el cierre de la Estación Parque y la transformación de Once en la nueva terminal. Para ello, se construyó un segundo edificio, inaugurado el 1 de enero de 1883, también realizado en madera y de muy sobria arquitectura, pero con mayores dimensiones y algunos sencillos ornamentos, como la clásica crestería ferroviaria.

Pero Buenos Aires continuó creciendo, aumentó el tránsito vehicular con tranvías y carros, y hacia la década de 1890 siguieron llegando oleadas inmigratorias que alcanzaron las cercanías de la Estación Once. Al mismo tiempo, el Ferrocarril del Oeste pasó en 1890 a manos inglesas unidas en la compañía The Buenos Aires Western Railway Co. Ltd.

En esa época se hizo imprescindible levantar una terminal ferroviaria con las dimensiones y el lujo acordes a la época de pujanza que se vivía en la Argentina. De estilo neorrenacentista, la estación Once fue proyectada por el arquitecto holandés John Doyer (1862-1939) y construida en dos etapas: entre los años 1895 y 1898 (inaugurada el 5 de agosto de 1896), y entre 1906 y 1907, cuando mediante un edificio central se unificó la terminal ferroviaria con el edificio vecino de la Bolsa de Cereales, de aspecto tan similar que luego de la unión resultó difícil notar que antiguamente se trataba de dos construcciones separadas.

El desguace de los ferrocarriles argentinos, iniciado en los años sesenta, fue sumiendo en el olvido también a las cabeceras de las líneas ferroviarias, edificadas en la época de oro del progreso nacional como símbolo de la pujanza nacional. El lento proceso de recuperación como medio de transporte estratégico para un país de nuestras dimensiones, iniciado a partir de 2003 y que, con altibajos, continúa hasta el presente, incluyó la puesta en valor de sus edificios emblemáticos. Y ahora se dio el paso de incorporarlos al patrimonio histórico al declararlo Monumento Histórico Nacional, con el objetivo de preservarlos para las futuras generaciones.

Antes, con la presidencia de Néstor Kirchner, se resolvió volver a la vida las oficinas administrativas que habían sido vaciadas al concesionar toda la gestión operativa de la línea. Interiores lujosos, llenos de ornamentaciones espectaculares y de gran belleza, volvieron a usarse. Entre otros, por las dependencias del Consulado General de la hermana República Plurinacional de Bolivia. 

Durante la anterior gestión se emprendió la recuperación de la fachada del edificio, a 110 años de su inauguración, como parte de un plan de puesta en valor de toda la zona, llevado adelante por el gobierno local, en conjunto con la empresa Trenes Argentinos Operaciones. Así volvió a lucir como en sus mejores épocas, la nobleza de sus líneas que la convirtieron en un ícono palpitante de esa zona de la ciudad.

                     Norberto Alonso
  


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