Sociedad | Tragedia de Once

La otra teoría

El 22 de febrero de 2012, a las 8.33, la formación N° 3772 del Ferrocarril Sarmiento chocó con el final del andén en la estación de Once. Murieron 52 personas y más de 700 resultaron heridas en plena hora pico, en una formación que transportaba a 1200 pasajeros. El evidente mal estado de los trenes quedó en el centro del debate. Pero de inmediato, otra teoría comenzó a tomar cuerpo. Buenos Aires, 2 de enero de 2018. Los dirigentes sindicales ferroviarios venían denunciando desde tiempo atrás que los concesionarios no hacían las tareas de mantenimiento preventivo requerido por equipos obsoletos y que así se ponía en riesgo permanentemente a los pasajeros. Rubén "Pollo" Sobrero, secretario de los ferroviarios del Sarmiento, reiteró este año en la causa en la que se investigan las responsabilidades penales que lo acontecido fue "una tragedia evitable", debida a la codicia irresponsable de los empresarios encargados de operar el servicio y la desidia cómplice de los funcionarios que no controlaban el uso de los fondos públicos.

Esta tesis fue compartida por la Justicia. "Se privilegió el negocio sobre el servicio", concluyó el fiscal Federico Delgado, a cargo de la causa, cuando presentó la requisitoria de juicio 48 horas antes de que se vencieran los plazos procesales.

En esa instancia, subrayó que los empresarios retenían los subsidios en lugar de invertir en las mejoras de la línea Sarmiento, y que los funcionarios no controlaban. "Esta connivencia es lo que en derecho penal se denomina complicidad criminal", sentenció.

Por su parte, casi de inmediato, los funcionarios involucrados quisieron descargar todas las responsabilidades sobre el conductor de la formación. El entonces secretario de Transporte de la Nación Juan Pablo Schiavi, fue quien -en medio de la discusión por los subsidios y la ausencia de mejoras y obras- responsabilizó al motorman. El ex funcionario advirtió que Marcos Córdoba no pudo frenar por "algún impedimento físico o psíquico en su salud".

"Esa es la única hipótesis realmente cierta y verosímil", planteó Schiavi tras recordar que hubo "un informe médico forense que encontró indicios de posible actividad epiléptica en el maquinista". Con el tiempo, otras pericias descartaron estas conclusiones.

La otra teoría

El dato que no encaja en la reconstrucción de los hechos es el testigo asesinado. Pocos se acuerdan de él. A partir de esto es que aparece una nueva teoría sobre lo que en verdad sucedió aquel día en Once. 

Era viernes 8 de febrero de 2013 y Andrada esperaba el colectivo 269 a la vuelta de su casa, en la esquina de José María Paz y Malabia, Ituzaingó. Todavía no amanecía en el barrio Villa Ariza, donde vivía con su mujer y su mamá. La calle estaba vacía: ni testigos, ni cámaras, ni móviles policiales. Sólo el refugio de la parada en el que un vecino lo encontró dos horas más tarde, recostado sobre una de las columnas, con cuatro disparos en la espalda, sin su celular y con los 1200 pesos que llevaba, intactos en su bolsillo. Cerca suyo, una navaja que podría haber usado para intentar defenderse. 

Dijeron que había sido un robo. Leonardo Andrada era maquinista del ferrocarril Sarmiento y fue quien, el 22 de febrero, el día de la tragedia, le entregó la formación que finalmente se estrelló en Once al imputado Marcos Córdoba. Según testimonió en la causa, al hacerlo le dijo a su sucesor: "Tené cuidado que viene con freno largo".

Significaba que los frenos estaban lentos y entonces era necesario activarlos con mayor antelación. Esa mañana el tren había retrasado 18 minutos su salida desde Moreno, donde Andrada comenzaba su recorrido, y llevaba, en consecuencia, el triple de pasajeros de lo habitual. El exceso de peso hacía más difícil su frenado.

Este testimonio y las condiciones de su muerte, más la circunstancia probada de que Córdoba aceleró el tren entre Caballito y Once más allá de lo autorizado, dieron elementos a personajes como Jorge Asís y al abogado de uno de los grupos de familiares de víctimas de la tragedia, para pensar que las cosas podrían haber sucedido de otra manera.

Asís piensa que podría haberse organizado el accidente de Once. Afirmó que se trató de un intento de sabotaje y de extorsión que "salió mal" por parte de la Unión Ferroviaria. Involucra al Pollo Sobrero y a Maturana de La Fraternidad, por la muerte del maquinista que no quiso hacerse cargo de ejecutar un supuesto "susto" por cuestiones de sueldos y subsidios. Lo dijo este año en el programa de Fantino.

Pocos días después, el abogado Gregorio Dalbón también realizó declaraciones y fue contundente al apuntar contra Córdoba, el maquinista a cargo del tren aquella mañana de verano: "Un piloto de avión, si observa un desperfecto no vuela y si lo observa en vuelo avisa, radialmente, pone en marcha el protocolo de emergencia. Lo mismo un transporte público. Sin frenos un colectivo no comienza su recorrido. Ni un taxi, ni un remis", arremetió.

En este sentido, Dalbón deslizó que se trató de un "susto" programado que "se les fue de las manos" a los responsables: "Querían darle una planchadita al tren contra Once", expuso. Sin motivo alguno desde la estación Caballito, una antes que Once, Marcos Córdoba aceleró el tren más rápido que en todo el trayecto desde Moreno a Once. A trescientos metros del andén número 2 de Once, suelta el freno de emergencia de "hombre muerto" y deja, según su declaración "el tren entrando a la deriva", detalló Dalbón.

Se sabe que pocas veces la Justicia busca la verdad. En casos como éste, ante todo importa el efecto político. En ese sentido, el juez Bonadío ya debe tener su sentencia escrita de antemano, ahora que el imputado es, finalmente, Julio de Vido. 

Pero no es menos cierto que un posible sabotaje sólo pudo haber ocurrido en un sistema sin controles eficientes y con equipos vulnerables a las acciones maliciosas. Quizás las respuestas sólo estén cuando se pueda esclarecer el asesinato de Leonardo Andrada.

Santiago Pujol


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