Historias de nuestra comuna | Historia de la Plaza 1º de Mayo

El cementerio de los disidentes en Balvanera

En las primeras décadas del siglo XIX la mayor parte de los habitantes de Buenos Aires profesaba la religión católica apostólica romana, herencia recibida de los tiempos de la colonización española. Buenos Aires, 7 de setiembre de 2016. Por entonces muchos extranjeros habían elegido la ciudad como su lugar en el mundo, y tantos otros, que no profesaban la religión católica, morían aquí. Los “disidentes” eran los seguidores de otras religiones, en su mayoría protestantes, pertenecientes a las colectividades británica, norteamericana y alemana. Los ingleses constituían numéricamente el grupo más importante.

Si bien los disidentes se habían integrado a la sociedad porteña, enfrentaban el serio problema de no contar con un cementerio propio, ya que les estaba vedado ser inhumados en los lugares denominados “consagrados”, o sea en los templos católicos y los campos santos anexos.

Por estas razones se cree que los no disidentes realizaban los entierros en las barrancas del río, posiblemente en la zona de Retiro. Esto resultaba inseguro por lo ilegal, quedando además expuestos a las crecientes del río y obligó a crear un cementerio para las “gentes de confesiones no católicas”.

Hacia 1820, el peso que ya poseía la comunidad británica establecida en Buenos Aires, permitió que bajo el gobierno de Martín Rodríguez se creara el primer cementerio disidente. Se hallaba ubicado sobre la calle Juncal, entre Suipacha y Esmeralda. Único durante doce años para la comunidad protestante de la ciudad, dejó de utilizarse en el año 1833 al colmarse su capacidad. Por ello la colonia no católica adquirió un terreno al que conocían como “el Hueco de los Olivos”. En ese predio, hoy limitado por las calles Pasco, Hipólito Yrigoyen, Pichincha y Alsina, se instaló el cementerio que se conoció popularmente como “de los Ingleses”, por la predominante mayoría de sus ocupantes.
Este espacio estuvo administrado por una comisión compuesta por ciudadanos alemanes, estadounidenses e ingleses, y funcionó hasta fines de 1891. Allí fueron enterrados los primeros judíos que vivieron en Buenos Aires, a partir de 1870.

En 1915 se demolió la capilla que se encontraba sobre la calle Hipólito Yrigoyen. Los últimos traslados de restos sepultados en lo que hoy es la plaza se hicieron en 1923. Pero no todos fueron retirados, ya que muchos no reclamados o no encontrados permanecen aún allí. De hecho, en 2006, se encontraron restos del antiguo cementerio.
En 1891, se resolvió la clausura y la paralela habilitación del Cementerio de los Disidentes en un sector del Cementerio de la Chacarita.

La Municipalidad ofreció comprar el terreno, pero los disidentes, se negaban a cualquier transacción. Al fin se llegó a un acuerdo, y finalmente, habiéndose previsto ya en 1921 la construcción de una plaza en el lugar, por una ordenanza del 14 de Abril de 1925, se le asignó el nombre de “Plaza Primero de Mayo”, en homenaje al Día Internacional de los Trabajadores. Y se inauguró en esa misma fecha del año 1928, descubriéndose entonces el monumento Al Trabajo.

Pero la plaza siempre será para los viejos habitantes del barrio “el Cementerio de los Ingleses”, tal como lo recuerda en los versos de su Requiem el poeta Raúl González Tuñón.
Norberto Alonso




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