Editorial | La Patria secuestrada

Bicentenario

Otra vez la Patria, como en el Centenario, ha quedado secuestrada por la oligarquía. Si en aquella oportunidad las celebraciones tuvieron que hacerse en medio de un estado de sitio orientado a reprimir a los obreros que reclamaban por sus condiciones miserables de vida, esta vez un gobierno electo democráticamente elige tomar distancia, parapetado detrás de fuertes cordones policiales, de las multitudes que pudieran reclamarle por la carestía de la vida, la desocupación y los tarifazos. Buenos Aires, 5 de julio de 2016.No acaban ahí las similitudes. Otra vez, como entonces, se invitó a formar parte de la conmemoración a un representante de la monarquía española, la misma respecto de la que en Tucumán, hace doscientos años y para siempre, nos proclamamos independientes.

Ese sinsentido, esa vergonzante actitud de pedir disculpas por habernos arrogado nuestra condición de nación independiente, aun al costo de ganarnos la libertad por la fuerza en los campos de batalla, tiene también una larga historia, que nos atraviesa desde que comenzamos a recorrer el camino de la construcción de la nación argentina.

No por casualidad Belgrano, San Martín o Güemes murieron exiliados, olvidados o traicionados. Y tampoco fue casualidad que todos ellos fueran desobedientes del poder que se constituyó pronto en Buenos Aires. Es que rechazaron abandonar el enfrentamiento con los españoles y lo hicieron porque no quisieron ser usados para reprimir los aires de libertad que habían ganado fuerza en nuestro pueblo, que no se sometía voluntariamente al dominio de las élites pampeanas.

Se hicieron o fueron soldados de la libertad. Encabezaron ejércitos que nunca conquistaron otros pueblos, sino que lucharon junto a ellos, para que pudieran ganar su propia independencia. Así fue con Belgrano en Paraguay, San Martín en Chile y Perú, y aunque no pudieron lograron sus objetivos, con las sucesivas expediciones “auxiliadoras” al Alto Perú, hoy Bolivia.

No atravesaron circunstancias fáciles. Debieron sobreponerse incluso a sus propias limitaciones físicas. Emprendieron recorridos enormes embarcados en la fragilidad de sus sueños, confortados por su ambición de libertad, seguros de estar cumpliendo su deber y dispuestos a sacrificarlo todo en aras de tener una Patria libre.

Los que los traicionaron, los exiliaron y condenaron al olvido, son los mismos de siempre. Los que nunca vieron otra cosa que sus intereses egoístas. Sus ansias de riquezas y poder. Y que ayer y hoy se amurallan frente a un pueblo que reclama por la dignidad de su existencia.

No les importa mucho la independencia. Incluso argumentan hoy que no tiene sentido en un mundo “cada vez más integrado”. En el que lo valioso no es hacer esfuerzos propios para asegurar nuestro desarrollo, sino abrir las puertas para que vengan a hacer sus negocios aquí los poderosos de otras partes. Les alcanza con ser buenos socios del poder mundial. No tienen ni desean tener la dignidad que caracterizó a los patriotas de Mayo.

Para ellos la independencia es sólo una palabra. Como la libertad. O la justicia. Palabras que usan cuando les resulta cómodo o conveniente. No valores que sientan o que haya que defender, a veces a costa de la propia vida. Están muy lejos de los patriotas que nos legaron nuestra Argentina. Sepamos nosotros ser dignos de nuestra historia.


Lic. Gerardo Codina






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