Editorial | La historia y la independencia nacional

La cuestión Malvinas

Tiempo atrás, el actual presidente argentino proclamó su incomprensión del diferendo territorial con el Reino Unido. “Nunca entendí los temas de soberanía en un país tan grande como el nuestroâ€. Completaba su razonamiento diciendo que “Nosotros no tenemos un problema de espacio como tienen los israelíes". Agregaba otro argumento: “Las Islas Malvinas serían un fuerte déficit adicional para la Argentinaâ€. Basaba su comentario en el hecho que “al Tesoro de Inglaterra le cuesta bastante plata por año mantener las Malvinasâ€. Buenos Aires, 5 de abril de 2016. Esto lo dijo diecinueve años atrás, cuando sólo era dirigente de Boca Juniors. Ahora, siendo presidente argentino, no incluye el tema en sus conversaciones con el primer ministro inglés e incorporó a última hora una actividad oficial a su agenda el 2 de abril. “Esas islas en el Atlántico (...) siguen siendo inexorablemente nuestras: nos esperan con una paciencia continental. Nosotros volveremos. Lo haremos siguiendo el camino que hoy conduce a las naciones del mundo, volveremos usando la fuerza del diálogo, la fuerza de la verdad y toda la fuerza de la justiciaâ€, escribió el presidente en facebook, luego de depositar una ofrenda floral en el cenotafio de Plaza San Martín que recuerda a los caídos en Malvinas.

Más allá de los argumentos geográficos, históricos y políticos que sustentan los derechos nacionales sobre las islas ubicadas sobre su plataforma continental y dentro del mar argentino, esta cuestión de la soberanía se inscribe en una mayor, la de la independencia nacional.

Como tal, ha recorrido toda nuestra historia independiente, desde hace doscientos años. Inglaterra entonces era la potencia global dominante y fue vista como un aliado imprescindible frente al poder colonial español, que en Europa le estaba subordinado contra el Imperio napoleónico. Era la posibilidad de comerciar libremente con Inglaterra, factoría del primitivo mundo industrial, lo que empujaba a los comerciantes porteños y a los hacendados de la pampa húmeda a sublevarse contra el dominio español.

Los ingleses estaban ávidos de asegurarse el comercio y arribaban a nuestras costas desafiando los impedimentos españoles. Dos veces intentaron tomar Buenos Aires y fueron expulsados. Una parte de los de los habitantes de esa patria en gestación, percibió al dominio inglés como una opción ventajosa ante los españoles. Y negoció permanentemente con el poder imperial inglés. Un corolario de esos esfuerzos coloniales ingleses es Malvinas.

Todavía hoy Malvinas encierra el mismo dilema. Confrontar con Inglaterra por su soberanía implica un esfuerzo que puede resultar costoso, como lo fue la derrota militar sufrida treinta y cuatro atrás ante la aventura de la última dictadura. Algunos utilizan ese traspié como justificativo de una política de sumisión dócil a la voluntad imperial británica.

No se imaginan un país como una voz autónoma en el mundo ni les interesa recorrer los caminos para construir las capacidades nacionales necesarias para hacer valer nuestros intereses. Prefieren fracturar la unidad sudamericana y apostar a la condescendencia del poder mundial. No equivocan el camino. Aspiran a ser parte, aunque sea minoritaria y a costa de resignar autonomía, de ese mismo poder mundial.

La alternativa es propiciar otro orden de poder bilateral, regional e internacional. Pero ya lo dijo San Martín, “Para los hombres de coraje se han hecho las empresasâ€. Coraje que se alimenta de fervor patriótico, algo que los dueños de capitales no tienen. Sólo los distingue el amor al dinero.


Lic. Gerardo Codina

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